No Bloqueen Nuestro Futuro Médico

Estamos en la coyuntura entre la vieja medicina y la nueva, todavía enredados en las limitantes de la vieja pero ya capaces de vislumbrar en el horizonte algo totalmente distinto en su concepción. Esa nueva forma es tan nueva, tan revolucionaria, tan transformadora, que se merece el nombre que ha recibido. Estamos entrando al mundo de la medicina regenerativa. Nos volveremos a hacer, reconstruyendo y reemplazando las partes de nuestros cuerpos que nos hacen sufrir, las que se han enfermado, degenerado o dejado de funcionar.

La medicina del siglo XXI tendrá un nuevo paradigma conforme tornamos nuestra atención al interior para entender y aparejar las formas en las que nuestros cuerpos funcionan en los niveles molecular y celular. A diferencia de la otra profunda revolución biomédica de nuestros días, una cuestión de alta tecnología relacionada con la decodificación de nuestro genoma, la investigación de células raíz es una empresa de mucho más baja tecnología. No es la falta de herramientas científicas el mayor impedimento, sino las leyes y políticas públicas restrictivas.

Los primeros frutos de estas revoluciones no llegarán la semana entrante o el año entrante, así que es importante no alimentar las esperanzas del público de forma poco realista. Cómo se puede dirigir la transformación de células raíz embrionarias para que sigan un camino predecible y deseado sigue siendo un enigma. Pero podemos esperar que algunas aplicaciones entren al campo clínico en cinco años o algo por el estilo. Tales aplicaciones podrían ayudar contra enfermedades hasta ahora intratables como el mal de Parkinson y la diabetes, o incluso contra tales azotes como la insuficiencia cardíaca severa.

Una célula raíz puede venir de un embrión, un feto o un adulto. Tiene dos propiedades. Bajo las condiciones adecuadas puede reproducirse a sí misma y también dar origen a las células especializadas que forman los tejidos y los órganos del cuerpo. Las células raíz de los humanos son "pluripotenciales", lo que significa que tienen el potencial de desarrollarse y convertirse en todos los tipos básicos de tejido y, por tanto, proveen una fuente virtualmente ilimitada de células para transplante.

Otro tipo de célula raíz también es novedad: la célula raíz de adultos. Estas se encuentran en los órganos principales y tanto se autoregeneran como dan origen a células especializadas. Ha habido impresionantes avances en cuanto a hacer que esas células cambien su destino, como por ejemplo transformando células sanguíneas en células nerviosas. Tal evidencia alimenta los debates morales acerca de la investigación con embriones.

Aquellos que se oponen a la investigación de las células raíz embrionarias creen en la santidad absoluta del embrión humano. Puesto que ésta es una postura minoritaria, ellos a menudo presentan sus argumentos en términos científicos en lugar de morales. Durante un testimonio en el Comité Selecto para la Investigación de Células Raíz de la Cámara de los Lores de Gran Bretaña un "experto" de hecho declaró que las células raíz de adultos no sólo eran tan prometedoras como las células raíz de los embriones (falso según el consenso científico prevaleciente), sino que eran incluso mejores, al ser más versátiles, más maleables.

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Claro, la investigación en embriones involucra cuestiones morales legítimas. Fueron los británicos quienes primero sometieron tales cuestiones a la primera y más detenida examinación. Eso es lo propio porque fue en Gran Bretaña en donde surgió una nueva y problemática estructura moral en 1978, con el nacimiento del primer bebé "de probeta", Louise Brown, producto de la fertilización in vitro (FIV). No había modelos morales para tratar con el embrión extracorpóreo. La ética del aborto es de poca ayuda, aunque sus oponentes sean con frecuencia, pero no siempre, los mismos.

No, hacía falta una nueva forma de pensar las cosas y Gran Bretaña la proveyó en el Reporte Warnock de 1984. Sus conclusiones tuvieron cabida en el Acta de Fertilización y Embriología Humanas de 1990.

Según el análisis británico, el embrión fuera del cuerpo sí tenía estatus moral, pero sólo después de la aparición de la llamada línea primitiva en o alrededor del decimocuarto día de desarrollo. Antes de eso no se le podía considerar una persona futura única e identificable pues todavía podría separarse y convertirse en dos personas. Se permitió la investigación en embriones con propósitos tales como mejorar la eficacia de la FIV. Hizo falta sólo un pequeño paso para que los británicos dieran su consentimiento a la investigación de células raíz como propósito permisible.

La mayoría de las personas aprueban la fertilización in vitro, pero es la tecnología que le da la oportunidad de ser padres a los estériles lo que también postula cuestionamientos morales. La FIV no es por completo eficaz, por lo que se producen embriones extra por si llegasen a hacer falta. Éstos son congelados y muchos de ellos, si no la mayoría, son descartados.

Mejorar la FIV también requiere de investigación en embriones. ¿Tiene algún sentido decir que los embriones destinados a ser destruídos no deberían ser utilizados para la investigación de células raíz que podría salvar vidas? Las células raíz de los embriones se derivan de un embrión temprano llamado blastocisto existente cerca del quinto día de gestación. En ese punto, el embrión es una bola hueca de cerca de 100 células, ninguna de las cuales puede ser identificada como destinada a volverse ninguna parte de ningún ser humano en particular.

Para florecer, la investigación de células raíz requiere de un medio en el que las políticas sean sensatas y predecibles. Paradójicamente, debido al enorme impacto que tiene en la investigación básica en el campo de las ciencias biológicas, Estados Unidos no está al frente de este esfuerzo y, quizá, no es ni siquiera un participante principal.

Por más de veinte años, los opositores del aborto han atemorizado tanto al Congreso de Estados Unidos que éste dejó sin reglas a nivel nacional el campo de la reproducción asistida. Entonces, no hay un marco regulatorio en el que se pueda situar a la investigación de células raíz o a la clonación reproductiva o terapéutica. El presidente Bush entró a ese vacío. Pero su creencia en la absoluta santidad del embrión temprano no es compartida por la mayoría de los estadounidenses.

La política del presidente para las células raíz, desarrollada sin consultar al Congreso, bloquea la ciencia estadounidense y prolonga cruelmente la agonía de millones de enfermos y de personas que sufren. Los científicos de otros lugares deben idéarselas para seguir adelante sin Estados Unidos. Su trabajo -sus sueños- cambiará todas nuestras vidas para bien.

https://prosyn.org/ojQXjvBes