BERLÍN – Desde el inicio de la crisis de deuda griega en 2010, los principales actores europeos deberían haber entendido los riesgos y las consecuencias que planteaba para la Unión Europea. A decir verdad, no es la impresión que les dan a los observadores.
En la crisis siempre hubo mucho más en juego que sólo Grecia: una insolvencia desordenada allí amenazaría con arrastrar a otras economías de la periferia del sur de la UE, incluyendo algunas muy grandes, al abismo fiscal, junto con las principales aseguradoras y bancos europeos. Eso podría sumergir a la economía global en otra crisis financiera, generando un shock equivalente al otoño de 2008. También implicaría un fracaso de la eurozona del cual el Mercado Común no saldría ileso.
Por primera vez en su historia, la propia continuidad del proyecto europeo está en juego. Y, sin embargo, el comportamiento de la UE y sus estados miembro más importantes ha sido indecisa y vacilante, debido al egoísmo nacional y a una ausencia asombrosa de liderazgo.
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For decades, US policymakers have preferred piecemeal tactical actions, while the Chinese government has consistently taken a more strategic approach. This mismatch is the reason why Huawei, to the shock of sanctions-focused American officials, was able to make a processor breakthrough in its flagship smartphone.
warns that short-termism will never be enough to offset the long-term benefits of strategic thinking.
With a democratic recession underway in many countries, one now commonly hears talk of democratic “backsliding” on a global scale. But not only is that term misleading; it also breeds fatalism, diverting our attention from potential paths out of the new authoritarianism.
thinks the language commonly used to describe the shift toward authoritarianism is hampering solutions.
Ashoka Mody
explains the roots of the lack of accountability in India, highlights shortcomings in human capital and gender equality, casts doubt on the country’s ability to assume a Chinese-style role in manufacturing, and more.
BERLÍN – Desde el inicio de la crisis de deuda griega en 2010, los principales actores europeos deberían haber entendido los riesgos y las consecuencias que planteaba para la Unión Europea. A decir verdad, no es la impresión que les dan a los observadores.
En la crisis siempre hubo mucho más en juego que sólo Grecia: una insolvencia desordenada allí amenazaría con arrastrar a otras economías de la periferia del sur de la UE, incluyendo algunas muy grandes, al abismo fiscal, junto con las principales aseguradoras y bancos europeos. Eso podría sumergir a la economía global en otra crisis financiera, generando un shock equivalente al otoño de 2008. También implicaría un fracaso de la eurozona del cual el Mercado Común no saldría ileso.
Por primera vez en su historia, la propia continuidad del proyecto europeo está en juego. Y, sin embargo, el comportamiento de la UE y sus estados miembro más importantes ha sido indecisa y vacilante, debido al egoísmo nacional y a una ausencia asombrosa de liderazgo.
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