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MOSCÚ – Durante una generación, las relaciones entre Estados Unidos y Rusia se circunscribieron esencialmente a la esfera histórica. Desde el fin de la Guerra Fría, Rusia ante los ojos de EE.UU. y de gran parte del resto del mundo se tornó en una nación cada vez más periférica; es decir, aparentemente, su importancia y su poder internacional se encontraban relegados al pasado. Hoy en día dichos tiempos han terminado.
Sin duda, el actual conflicto entre EE.UU. y Rusia sobre Ucrania es disparejo, dada la disparidad de poder entre las dos partes. Rusia no es, y ni siquiera puede pretender ser, un competidor por el dominio del mundo. A diferencia de la Unión Soviética, Rusia no se encuentra impulsada por algún tipo de ideología universal, no lidera un bloque de Estados gobernados por la misma ideología, y tiene pocos aliados formales (y todos ellos son pequeños). No obstante, el conflicto entre Estados Unidos y Rusia sí es de importancia para el resto del mundo.
Obviamente, este conflicto es de la más alta importante para Ucrania, cuyo territorio, en parte, se ha convertido en un campo de batalla. El futuro del país más grande de Europa – su forma, su orden político, y sus relaciones exteriores – depende mucho de cómo se desarrolla la pugna entre Estados Unidos y Rusia.
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