Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics Emeritus and a former dean of the Graduate School of Business at Stanford University. He is Senior Fellow at the Hoover Institution, Senior Adviser to General Atlantic, and Chairman of the firm’s Global Growth Institute. He is Chair of the Advisory Board of the Asia Global Institute and serves on the Academic Committee at Luohan Academy. He is a former chair of the Commission on Growth and Development and the author of The Next Convergence: The Future of Economic Growth in a Multispeed World (Macmillan Publishers, 2012).
MILÁN – Quizá ningún aspecto único de la revolución digital haya recibido más atención que el efecto de la automatización en los empleos, en el trabajo, en el empleo y en los ingresos. Existe por lo menos una razón muy buena para eso –pero probablemente no sea la que la mayoría de la gente mencionaría.
Utilizar máquinas para aumentar la productividad no es nada nuevo. En la medida en que cualquier herramienta es una máquina, los seres humanos han venido haciéndolo durante gran parte de nuestra breve historia en este planeta. Pero, desde la primera Revolución Industrial –cuando la energía de vapor y la mecanización produjeron un incremento importante y sostenido de la productividad-, este proceso se ha acelerado.
No todos acogieron con beneplácito esta transición. Muchos temían que una menor demanda de mano de obra humana conduciría a un desempleo permanentemente alto. Pero eso no sucedió. Por el contrario, el incremento de la productividad y de los ingresos impulsó la demanda y, en consecuencia, la actividad económica. Con el tiempo, los mercados laborales se adaptaron en términos de capacidades y, finalmente, las horas laborales se redujeron y el equilibrio entre ingresos y ocio cambió.
To continue reading, register now.
Subscribe now for unlimited access to everything PS has to offer.
Subscribe
As a registered user, you can enjoy more PS content every month – for free.
Register
Already have an account? Log in