Una disección de la trampa de la pobreza

Sin excepciones, el crecimiento de la población en los países ricos ha disminuido hasta casi detenerse. Las tasas de fertilidad promedio en Europa y América del Norte, por ejemplo, han caido hasta 1.5 a 3 nacimientos por mujer. En contraste, en los países más pobres, como Somalia, Yemen y Uganda, son mucho más altas, y llegan a más de siete nacimientos por mujer. ¿Acaso deben los países producir menos niños si quieren acumular más riqueza?

Todas las evidencias históricas y contemporáneas indican que así lo deben hacer. La transición de los países ricos de las economías de subsistencia al crecimiento y la prosperidad estuvo condicionada por un profundo cambio demográfico (que se dio en el siglo XIX en Europa occidental y a lo largo del XX en Asia oriental) en el que las tasas de fertilidad cayeron en forma dramática. En las últimas dos décadas ha habido caídas muy marcadas en la fertilidad de los países pobres, que ahora están dando muestras sólidas de progreso económico.

En Egipto, por ejemplo, las tasas de fertilidad disminuyeron de 4.8 a 2.9 hijos por mujer en los últimos 15 años. En la última década, el ingreso per cápita anual del país creció un 2.6%. En el mismo periodo, la tasa de crecimiento de la población de Túnez cayó más del 50%, hasta un nivel europeo de poco más de dos hijos por mujer, mientras que el ingreso per cápita creció a un impresionante ritmo anual del 3%. El increíble aumento del ingreso anual per cápita de Botswana, de aproximadamente el 13% en la última década, se vio acompañado de una disminución de casi seis hijos por mujer a menos de cuatro.

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