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La democracia frente a la desinformación

WASHINGTON, DC – Son tiempos difíciles para la democracia liberal. Allá donde miremos aparecen amenazas interrelacionadas: populismo, nacionalismo identitario, iliberalismo. Pero posiblemente ninguno de estos retos es hoy tan insidioso como la desinformación, su proliferación y efecto desestabilizador para la sociedad abierta.

La desinformación no es un fenómeno nuevo. Propaganda y rumores han formado parte del arsenal bélico desde tiempo inmemorial; fueron herramientas importantes durante la Guerra Fría. Pero su reiteración exponencial, la propagación a través de las redes, representa, como poco, una nueva fase.

Occidente ha tardado en reconocer el riesgo que esta situación significa. El aldabonazo vino con la campaña presidencial estadounidense de 2016 (en menor medida, el Brexit), y puso en perspectiva el alcance de la manipulación extranjera en el ámbito doméstico. Después vinieron las interferencias en las elecciones en Francia y los desafueros cuando el referéndum ilegal de independencia de Cataluña. 

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