Obama at Selma Saul Loeb/Getty Images

Liberales a las barricadas

SANTIAGO – Desde Austria, Francia y Estados Unidos, hasta Polonia, Las Filipinas y Perú, los populistas iliberales van en aumento. Algunos culpan a la globalización arrolladora, otros a la desigualdad de ingresos, y otros a elites desconectadas que simplemente no entienden.

Pero estas explicaciones –por muy plausibles que sean– dejan de lado el punto más importante. El problema no es simplemente económico, sino político. El mayor logro político de la humanidad es la democracia liberal. Sin embargo, en todas partes del mundo, los liberales demócratas son reacios a abogar por ella. No sorprende, entonces, que estén perdiendo la batalla por conquistar los corazones y las mentes de los ciudadanos.

El problema dista de ser nuevo. En realidad, se encuentra en la propia raíz del liberalismo. Temerosos de la censura o la opresión, los pensadores liberales más a menudo han optado por la neutralidad moral: no abogan por un conjunto único de valores, ni por una definición en particular de lo que constituye una vida buena. Una sociedad liberal –casi por definición– permite que sus ciudadanos lleven la vida que desean, siempre que no perjudiquen a los demás.

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