WASHINGTON, DC – Durante años tras la crisis financiera del año 2008, los formuladores de políticas se felicitaron a sí mismos por haber evitado una segunda Gran Depresión. Ellos respondieron a la recesión mundial con el tipo de estímulo keynesiano, tanto fiscal como monetario, que el momento requería.
Sin embargo ya han pasado nueve años, y las tasas de interés oficiales siguen rondando cero, mientras que el crecimiento ha sido mediocre. A partir del año 2008, la Unión Europea ha crecido a una triste tasa anual promedio de apenas el 0.9%.
El amplio consenso keynesiano que surgió inmediatamente tras la crisis se ha convertido en el dogma económico imperante de hoy en día: mientras el crecimiento continúe en niveles subestándar y la inflación anual permanezca por debajo del 2%, se considera que más estímulo no es sólo adecuado, sino que es necesario.
WASHINGTON, DC – Durante años tras la crisis financiera del año 2008, los formuladores de políticas se felicitaron a sí mismos por haber evitado una segunda Gran Depresión. Ellos respondieron a la recesión mundial con el tipo de estímulo keynesiano, tanto fiscal como monetario, que el momento requería.
Sin embargo ya han pasado nueve años, y las tasas de interés oficiales siguen rondando cero, mientras que el crecimiento ha sido mediocre. A partir del año 2008, la Unión Europea ha crecido a una triste tasa anual promedio de apenas el 0.9%.
El amplio consenso keynesiano que surgió inmediatamente tras la crisis se ha convertido en el dogma económico imperante de hoy en día: mientras el crecimiento continúe en niveles subestándar y la inflación anual permanezca por debajo del 2%, se considera que más estímulo no es sólo adecuado, sino que es necesario.