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Por qué los gobiernos no deberían esperar a Godot

CAMBRIDGE – La escena es muy familiar. Un gobierno reformista quiere impulsar el crecimiento económico y el empleo implementando reformas de mercado destinadas a lograr que el país se vuelva más atractivo a los inversionistas (muchas veces extranjeros). Los responsables de las políticas entienden que estos inversores tienen el dominio tecnológico, la capacidad organizacional y el acceso a mercados que el país necesita desesperadamente. Se crean comisiones para mejorar el desempeño del país en el índice Doing Business del Banco Mundial, el Informe de Competitividad Global del Foro Económico Mundial o en otros de los certámenes de belleza promovidos por un inmenso conjunto de rankings internacionales.

El gobierno reformista supera las extenuantes peleas con los legisladores y la sociedad civil, que lo acusan de anteponer los intereses de los inversionistas a los de su propio pueblo. Pero, con perseverancia, adopta con éxito reformas que mejoran los rankings del país y recibe una cobertura elogiosa en la prensa internacional. La impresión que el mundo experto tiene del país (y hasta de los gestores de dinero) cambia significativamente para mejor. Y luego el gobierno espera que llegue la inversión extranjera. Y espera. Y, como en la famosa obra de Samuel Beckett, las inversiones, al igual que Godot, nunca aparecen.

El problema surge, en parte, de suponer que lo que hay que mejorar está reflejado en los rankings internacionales. La mayoría de las veces no es así: a nivel mundial, no existe ninguna correlación entre las mejoras en los índices Doing Business y de Competitividad y el desempeño del crecimiento o las inversiones.

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