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La brecha de vacunación está poniendo en peligro la acción climática

PARÍS – ¿Se les impedirá a los negociadores del Sur Global asistir a la cumbre climática de las Naciones Unidas (COP26) en Glasgow en noviembre porque no están vacunados contra el COVID-19? Este escenario no se producirá, es de esperar, porque las autoridades de los países en desarrollo casi con certeza recibirán sus vacunas con anticipación. Pero que ellos vayan a querer negociar con las economías ricas que han venido acopiando vacunas no está tan claro.

Bienvenidos al 2021, donde las negociaciones climáticas globales podrían convertirse en un daño colateral del nacionalismo de vacunas. En tiempos normales, la manzana de la discordia entre países ricos y pobres era quién debía cargar con el peso de los esfuerzos para reducir las emisiones de dióxido de carbono. Pero la pandemia ya ha retrasado las conversaciones climáticas un año, y ahora amenaza con crear un abismo adicional entre Norte y Sur.

En enero, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, en su último mes como presidente de la Unión Africana, arremetió contra los países desarrollados por ordenar vacunas por un total de “hasta cuatro veces lo que necesita su población”. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, advirtió sobre un posible “fracaso moral catastrófico” debido a una distribución desigual de las vacunas. Y tanto el arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo, Thabo Makgoba, como la directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima, han denunciado el actual “apartheid de vacunas” global.

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