LONDRES – «Lo hermoso de aprender algo», escribió alguna vez el gran guitarrista de blues B.B. King, «es que nadie puede quitártelo». King nació y creció en la pobreza, y entendía el valor de la educación como fuerza de cambio. Ojalá los líderes políticos que responden a la pandemia de la COVID-19 tengan al menos una pizca de su claridad.
La COVID-19 está mutando en emergencia educativa mundial: millones de niños, especialmente los más pobres y las niñas pequeñas, enfrentan la pérdida de las oportunidades de aprendizaje que podrían transformar sus vidas. Debido a que la educación está tan fuertemente vinculada con la prosperidad, la creación de empleos y una mejor salud en el futuro, un revés a esta escala afectaría el desarrollo de los países y reforzaría desigualdades que ya son extremas. Sin embargo, esta emergencia aún no está plasmada en la agenda de respuesta a la pandemia.
Los confinamientos dejaron a más de mil millones de niños sin ir a la escuela. Según las estimaciones, para 500 millones eso implica que no recibirán educación alguna. Una encuesta de Save the Children en la India detectó que la educación de dos tercios de los niños se detuvo completamente durante los confinamientos. El peligro es ahora que la pérdida de clases, la mayor pobreza infantil y los profundos recortes presupuestarios creen una tormenta perfecta que llevaría a retrocesos educativos sin precedentes.
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Following the latest G20 summit, the G7 should be thinking seriously about deepening its own ties with more non-aligned countries. If the Ukraine war drags on, and if China continues to threaten to take Taiwan by force, the G20 will be split between friends of the BRICS and friends of the G7.
sees the grouping as increasingly divided between friends of the G7 and friends of China and Russia.
To prevent catastrophic climate change and accelerate the global transition to a net-zero economy, policymakers and asset owners urgently need to rethink how we channel capital at scale. The key is to develop new financial instruments that are profitable, liquid, and easily accessible to savers and investors globally.
explain what it will take to channel private capital and savings toward sustainable development.
LONDRES – «Lo hermoso de aprender algo», escribió alguna vez el gran guitarrista de blues B.B. King, «es que nadie puede quitártelo». King nació y creció en la pobreza, y entendía el valor de la educación como fuerza de cambio. Ojalá los líderes políticos que responden a la pandemia de la COVID-19 tengan al menos una pizca de su claridad.
La COVID-19 está mutando en emergencia educativa mundial: millones de niños, especialmente los más pobres y las niñas pequeñas, enfrentan la pérdida de las oportunidades de aprendizaje que podrían transformar sus vidas. Debido a que la educación está tan fuertemente vinculada con la prosperidad, la creación de empleos y una mejor salud en el futuro, un revés a esta escala afectaría el desarrollo de los países y reforzaría desigualdades que ya son extremas. Sin embargo, esta emergencia aún no está plasmada en la agenda de respuesta a la pandemia.
Los confinamientos dejaron a más de mil millones de niños sin ir a la escuela. Según las estimaciones, para 500 millones eso implica que no recibirán educación alguna. Una encuesta de Save the Children en la India detectó que la educación de dos tercios de los niños se detuvo completamente durante los confinamientos. El peligro es ahora que la pérdida de clases, la mayor pobreza infantil y los profundos recortes presupuestarios creen una tormenta perfecta que llevaría a retrocesos educativos sin precedentes.
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