WASHINGTON, DC – La crisis de la COVID‑19 pone la solidaridad humana ante una prueba inédita. ¿Aceptarán los ricos (o de hecho, todas las personas con ingresos estables o colchones de ahorro) medidas de apoyo para los pobres y económicamente inseguros? ¿Aceptarán los jóvenes (cuya tasa de mortandad es menor) hacer sacrificios para proteger a los viejos? ¿Aceptarán los habitantes de países ricos transferencias de recursos a los países pobres?
Sólo si la respuesta a las tres preguntas es afirmativa podrá el mundo minimizar las consecuencias de la pandemia que mató a casi 38 000 personas y paralizó la economía global. Y sin embargo nada garantiza que así sea.
La primera forma de solidaridad que está puesta a prueba (entre grupos de ingresos) puede ser la más fácil de obtener. La COVID‑19 infectó a personas como el primer ministro y el príncipe heredero del Reino Unido, a atletas profesionales y a actores famosos, muestra de que no hace distinciones entre ricos y pobres.
WASHINGTON, DC – La crisis de la COVID‑19 pone la solidaridad humana ante una prueba inédita. ¿Aceptarán los ricos (o de hecho, todas las personas con ingresos estables o colchones de ahorro) medidas de apoyo para los pobres y económicamente inseguros? ¿Aceptarán los jóvenes (cuya tasa de mortandad es menor) hacer sacrificios para proteger a los viejos? ¿Aceptarán los habitantes de países ricos transferencias de recursos a los países pobres?
Sólo si la respuesta a las tres preguntas es afirmativa podrá el mundo minimizar las consecuencias de la pandemia que mató a casi 38 000 personas y paralizó la economía global. Y sin embargo nada garantiza que así sea.
La primera forma de solidaridad que está puesta a prueba (entre grupos de ingresos) puede ser la más fácil de obtener. La COVID‑19 infectó a personas como el primer ministro y el príncipe heredero del Reino Unido, a atletas profesionales y a actores famosos, muestra de que no hace distinciones entre ricos y pobres.