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Refugio contra la tormenta perfecta en Oriente Medio

OXFORD – La pandemia del COVID-19 ha generado una emergencia de salud pública y una aguda reducción de los precios del petróleo, lo cual representa una tormenta perfecta para Oriente Medio, donde todo depende de los ingresos petroleros, desde los salarios a los subsidios. Como en el pasado, el shock de los precios del petróleo repercutirá inevitablemente en los países no productores de crudo a través de reducciones de las transferencias de ayuda oficiales y menores remesas de los trabajadores, lo que afectará aún más los fondos fiscales necesarios para enfrentar el COVID-19.

Para agravar las cosas, la pandemia ha golpeado la región en momentos en que ya estaba sufriendo múltiples crisis. La tragedia siria continúa, Libia y Yemen sufren guerras civiles, la “calle árabe” se ha vuelto a movilizar. En toda la región, desde Argelia y Sudán hasta Irak y el Líbano, los manifestantes protestan al unísono contra un modelo de desarrollo que solo ha producido corrupción e inestabilidad social.

La impresión del pueblo no es infundada. Si bien se la sigue caracterizando como una región de clase media, Oriente Medio ha vivido una preocupante alza de la pobreza y la desigualdad del ingreso. Un informe reciente del Banco Mundial muestra que la proporción de personas que vive en las proximidades de conflictos violentos aumentó de un 6% a un 20% entre 2007 y 2017, superando con creces el promedio global de un 3%. Hoy la región es el origen de un 40% de los desplazados del planeta. Tiene el más alto índice de desempleo juvenil del mundo y sus sectores públicos sobredimensionados se están volviendo cada vez más difíciles de sostener. Está por verse si Irak puede pagar los salarios de sus funcionarios públicos el próximo mes, y no es un caso aislado.

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