LONDRES – Con gente de todo el mundo confinada para controlar la pandemia de COVID‑19, hay que prestar atención a otra dolencia, cuya tasa de infección supera a la de cualquier virus: el aburrimiento, que ya es un riesgo sanitario serio.
¿Es posible que cuanto más nos obsesionemos con el peligro físico del virus, más subestimemos los daños mentales producidos por estados emocionales negativos como, por ejemplo, el aburrimiento?
Algunos psicoanalistas piensan que el aburrimiento, cuando es permanente, puede convertirse en un trastorno neurótico llamado «alisosis». Aunque al hastío siempre se lo había asociado con el trabajo poco interesante, la epidemia de monotonía que enfrentamos hoy es una variante inusual de lo que los psicólogos llaman «aburrimiento en el ocio».
LONDRES – Con gente de todo el mundo confinada para controlar la pandemia de COVID‑19, hay que prestar atención a otra dolencia, cuya tasa de infección supera a la de cualquier virus: el aburrimiento, que ya es un riesgo sanitario serio.
¿Es posible que cuanto más nos obsesionemos con el peligro físico del virus, más subestimemos los daños mentales producidos por estados emocionales negativos como, por ejemplo, el aburrimiento?
Algunos psicoanalistas piensan que el aburrimiento, cuando es permanente, puede convertirse en un trastorno neurótico llamado «alisosis». Aunque al hastío siempre se lo había asociado con el trabajo poco interesante, la epidemia de monotonía que enfrentamos hoy es una variante inusual de lo que los psicólogos llaman «aburrimiento en el ocio».