LONDRES – La crisis de la COVID‑19 ha resaltado (e intensificado) nuestra dependencia de las tecnologías digitales; las normas de distanciamiento social han obligado a la gente a llevar el trabajo, la educación y las relaciones personales totalmente al plano virtual. Pero con la aprobación por parte de los gobiernos de amplias medidas de emergencia, que incluyen el combate a la desinformación y el rastreo de contactos de las personas infectadas, la crisis también ha creado una grave amenaza a la libertad digital.
Hace casi una década que la libertad digital está en retroceso en todo el mundo, sobre todo por la proliferación de sistemas de vigilancia masiva y la manipulación del discurso político. La pandemia puede acelerar este proceso, ya que da a los gobiernos una justificación creíble para obligar a las empresas sobre las que tienen jurisdicción a controlar las publicaciones y entregar datos de los usuarios.
Es verdad que las empresas tecnológicas tienen una responsabilidad de asegurar que la gente reciba información correcta, sobre todo en el contexto de la actual «infodemia». Y el rastreo de contactos a gran escala (por ejemplo mediante aplicaciones basadas en Bluetooth) puede facilitar una reapertura más segura de las economías, posibilidad que incluso algunos de los más firmes defensores de las libertades civiles reconocen.
LONDRES – La crisis de la COVID‑19 ha resaltado (e intensificado) nuestra dependencia de las tecnologías digitales; las normas de distanciamiento social han obligado a la gente a llevar el trabajo, la educación y las relaciones personales totalmente al plano virtual. Pero con la aprobación por parte de los gobiernos de amplias medidas de emergencia, que incluyen el combate a la desinformación y el rastreo de contactos de las personas infectadas, la crisis también ha creado una grave amenaza a la libertad digital.
Hace casi una década que la libertad digital está en retroceso en todo el mundo, sobre todo por la proliferación de sistemas de vigilancia masiva y la manipulación del discurso político. La pandemia puede acelerar este proceso, ya que da a los gobiernos una justificación creíble para obligar a las empresas sobre las que tienen jurisdicción a controlar las publicaciones y entregar datos de los usuarios.
Es verdad que las empresas tecnológicas tienen una responsabilidad de asegurar que la gente reciba información correcta, sobre todo en el contexto de la actual «infodemia». Y el rastreo de contactos a gran escala (por ejemplo mediante aplicaciones basadas en Bluetooth) puede facilitar una reapertura más segura de las economías, posibilidad que incluso algunos de los más firmes defensores de las libertades civiles reconocen.