FAIRFIELD COUNTY, CONNECTICUT – Hemos hecho un progreso extraordinario en nuestra lucha contra la pandemia del COVID-19 desde los días oscuros de 2020. Sin embargo, en muchos sentidos, volvemos a estar en el casillero número uno. Prácticamente no existen precauciones de salud pública en gran parte del mundo, y las vacunas y medicamentos actuales no pueden ni prevenir ni tratar infecciones de manera efectiva en amplios sectores de la población.
No nos equivoquemos: el COVID-19 sigue planteando un peligro claro y presente. La investigación demuestra que dos o más reinfecciones de COVID-19 duplican el riesgo de muerte y la posibilidad de tener coágulos sanguíneos y afecciones pulmonares, entre otras consecuencias sanitarias negativas. Se ha determinado que el riesgo de episodios cardiovascularesaumenta el 4,5% hasta 12 meses después de una infección, más allá de la edad, la raza, el sexo, la obesidad, el tabaquismo u otros factores.
Casi uno de cada cinco norteamericanos hoy reportan síntomas persistentes de COVID largo, e investigaciones recientes calculan que unos cuatro millones de personas con la enfermedad no pueden trabajar. No se puede subestimar el impacto social y económico de largo plazo de las reinfecciones continuas.
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There are four reasons to worry that the latest banking crisis could be systemic. For many years, periodic bouts of quantitative easing have expanded bank balance sheets and stuffed them with more uninsured deposits, making the banks increasingly vulnerable to changes in monetary policy and financial conditions.
show how the US central bank's liquidity policies created the conditions for runs on uninsured deposits.
When a bank fails, the first response by policymakers and the public is to blame risk-loving speculators, greedy investors, or regulators asleep at the wheel. But quenching our thirst for moral adjudication is a poor basis for policy, because the truth is both simpler and more troubling.
argues that recent market turmoil has revealed that the sector’s main vulnerability is unavoidable.
FAIRFIELD COUNTY, CONNECTICUT – Hemos hecho un progreso extraordinario en nuestra lucha contra la pandemia del COVID-19 desde los días oscuros de 2020. Sin embargo, en muchos sentidos, volvemos a estar en el casillero número uno. Prácticamente no existen precauciones de salud pública en gran parte del mundo, y las vacunas y medicamentos actuales no pueden ni prevenir ni tratar infecciones de manera efectiva en amplios sectores de la población.
No nos equivoquemos: el COVID-19 sigue planteando un peligro claro y presente. La investigación demuestra que dos o más reinfecciones de COVID-19 duplican el riesgo de muerte y la posibilidad de tener coágulos sanguíneos y afecciones pulmonares, entre otras consecuencias sanitarias negativas. Se ha determinado que el riesgo de episodios cardiovasculares aumenta el 4,5% hasta 12 meses después de una infección, más allá de la edad, la raza, el sexo, la obesidad, el tabaquismo u otros factores.
Casi uno de cada cinco norteamericanos hoy reportan síntomas persistentes de COVID largo, e investigaciones recientes calculan que unos cuatro millones de personas con la enfermedad no pueden trabajar. No se puede subestimar el impacto social y económico de largo plazo de las reinfecciones continuas.
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