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No le bajemos la guardia a la COVID

GINEBRA – La historia muestra que algunos de los momentos más peligrosos de las pandemias ocurren cuando la vida vuelve a la normalidad demasiado pronto. Hace un siglo, la creencia prematura en que el peligro había pasado contribuyó a que la segunda ola de gripe española se cobrara muchas más vidas que la primera, al aparecer una cepa más virulenta. Hoy, muchos países del G7 y del G20 han comenzado a relajar las restricciones contra la COVID‑19, y a prestar menos atención a las medidas de respuesta a la pandemia y más a la prevención y a la preparación para pandemias futuras (o incluso a cuestiones totalmente diferentes). Pero mientras quede un solo país que no haya alcanzado la meta nacional de vacunación, no tendremos garantías de estar a salvo.

Con 2800 millones de personas sin vacunar, el coronavirus todavía tiene amplio margen para circular y mutar, con riesgo de que aparezcan nuevas variantes más peligrosas y haya rebrotes. Incluso frente a otras crisis apremiantes como la guerra en Ucrania, la COVID‑19 tiene que seguir siendo una alta prioridad mundial. El único modo de eliminar la incertidumbre y superar la pandemia es que la dirigencia internacional termine la tarea comenzada, ayudando a los numerosos países de bajos ingresos que todavía no consiguen una cobertura vacunatoria adecuada.

Estos países necesitan ayuda para expandir sus sistemas de distribución de vacunas y convertir las dosis en inmunizaciones reales. Ahora que los países ricos lograron altas tasas de cobertura, los problemas de acaparamiento y cuellos de botella que obstaculizaban el suministro global se redujeron. De hecho, la oferta de vacunas en todo el mundo ha superado por primera vez la demanda. Es buena noticia para la campaña mundial de vacunación, y en particular para los países de bajos ingresos en los que menos del 15% de la gente recibió la primera dosis. Pero también resalta el desafío de la provisión de vacunas a las personas que viven en entornos remotos y desprovistos de recursos.

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