LABRADOR/PALAWAN – En el rincón suroeste de Filipinas, el bosque del pueblo batak es una zona crítica para la biodiversidad. Al menos 31 especies en peligro o amenazadas —entre ellas, el pangolín, el mamífero más traficado del mundo— solo se encuentran allí, en un área del tamaño de Montreal. El bosque ha desempeñado además un papel fundamental para proteger a la gente de los vientos de 260 km/h (160 millas/h) del tifón Odette a fines de 2021. Los batak mantienen el bosque y lo monitorean por solo USD 20 000 al año, aproximadamente el precio de un reloj Rolex de los modelos más baratos.
Los batak no son los únicos habitantes de zonas críticas para la biodiversidad, la tierra natal de los innu —llamada Nitassinan, en lo que conocemos como Quebec y Labrador— queda en el bosque boreal canadiense, el mayor bosque intacto del planeta. Allí viven los caribús de bosque migratorios, linces, lobos y osos polares, y es una importante ruta migratoria de aves. Los científicos predicen que se convertirá en un refugio para más animales y plantas a medida que el cambio climático transforme sus hábitats. La Nación Innu, que desde hace mucho tiempo protege esas tierras, está tratando de defenderlas proponiendo y estableciendo Áreas Indígenas de Conservación y Protección.
Se estimaque el 80 % de la biodiversidad que queda en el planeta reside en tierras de pueblos indígenas y comunidades locales. En la actualidad, la cantidad de plantas y animales en riesgo de extinción es enorme: un millón de especies. La necesidad de empoderar a estos grupos para que protejan a la naturaleza debiera ser obvia. La cumbre de las Naciones Unidas sobre biodiversidad (COP15) que acaba de terminar en Montreal —varios cientos de kilómetros al sur de Nitassinan— ofreció precisamente esa oportunidad.
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The problem with the new chatbots is not just that they are often stupid and naive; it is that they are not “stupid” or “naive” enough to pick up on the nuances, ironies, and revealing contradictions that constitute human culture and communication. Worse, by relying on them, we risk succumbing to the same obtuseness.
fears that the rise of powerful chatbots will spell the death of irony and nuance in human thought.
Following the latest banking crisis, monetary authorities should seriously consider how modern digital technologies could be used to avert such problems in the future. A central bank digital currency would both eliminate many barriers to financial transactions and end the risk of bank runs once and for all.
explains how central bank digital currencies would end bank runs and banks' excessive risk-taking.
LABRADOR/PALAWAN – En el rincón suroeste de Filipinas, el bosque del pueblo batak es una zona crítica para la biodiversidad. Al menos 31 especies en peligro o amenazadas —entre ellas, el pangolín, el mamífero más traficado del mundo— solo se encuentran allí, en un área del tamaño de Montreal. El bosque ha desempeñado además un papel fundamental para proteger a la gente de los vientos de 260 km/h (160 millas/h) del tifón Odette a fines de 2021. Los batak mantienen el bosque y lo monitorean por solo USD 20 000 al año, aproximadamente el precio de un reloj Rolex de los modelos más baratos.
Los batak no son los únicos habitantes de zonas críticas para la biodiversidad, la tierra natal de los innu —llamada Nitassinan, en lo que conocemos como Quebec y Labrador— queda en el bosque boreal canadiense, el mayor bosque intacto del planeta. Allí viven los caribús de bosque migratorios, linces, lobos y osos polares, y es una importante ruta migratoria de aves. Los científicos predicen que se convertirá en un refugio para más animales y plantas a medida que el cambio climático transforme sus hábitats. La Nación Innu, que desde hace mucho tiempo protege esas tierras, está tratando de defenderlas proponiendo y estableciendo Áreas Indígenas de Conservación y Protección.
Se estima que el 80 % de la biodiversidad que queda en el planeta reside en tierras de pueblos indígenas y comunidades locales. En la actualidad, la cantidad de plantas y animales en riesgo de extinción es enorme: un millón de especies. La necesidad de empoderar a estos grupos para que protejan a la naturaleza debiera ser obvia. La cumbre de las Naciones Unidas sobre biodiversidad (COP15) que acaba de terminar en Montreal —varios cientos de kilómetros al sur de Nitassinan— ofreció precisamente esa oportunidad.
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