Convertir a Siria

Una paz árabo-israelí requiere un planteamiento amplio, porque los problemas que se ventilan están entrelazados. No sólo cuestiones decisivas, como, por ejemplo, la de Jerusalén y la de los refugiados palestinos, resultan insolubles sin un consenso panárabe, sino que, además, cualquier país que quede fuera del proceso de paz está condenado a persistir en su papel de potencia revolucionaria encaminada a la desestabilización regional.

Cierto es que a los gobiernos israelíes nunca les ha gustado la idea de negociar la paz simultáneamente con todos los enemigos, aunque sólo fuera porque los costos políticos de las concesiones necesarias serían insoportables. Así, pues, la estrategia israelí encaminada al establecimiento de la paz oscila entre dos concepciones: mientras que la izquierda israelí concede prioridad al problema palestino, la derecha israelí prefiere perseguir un acuerdo con las grandes potencias árabes.

Las actuales conversaciones de paz palestino-israelíes y el veto de los Estados Unidos a las negociaciones con Siria indican que hemos vuelto al criterio de "primero Palestina", pero las perspectivas de éxito son extremadamente escasas. Como los Estados Unidos siguen sin lanzarse a un nivel de mediación comprometida semejante al de Clinton, las partes parecen incapaces de reunir los requisitos mínimos recíprocos para un acuerdo.

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