US President-elect Joe Biden may have promised a “return to normalcy,” but the truth is that there is no going back. The world is changing in fundamental ways, and the actions the world takes in the next few years will be critical to lay the groundwork for a sustainable, secure, and prosperous future.
For more than 25 years, Project Syndicate has been guided by a simple credo: All people deserve access to a broad range of views by the world’s foremost leaders and thinkers on the issues, events, and forces shaping their lives. At a time of unprecedented uncertainty, that mission is more important than ever – and we remain committed to fulfilling it.
But there is no doubt that we, like so many other media organizations nowadays, are under growing strain. If you are in a position to support us, please subscribe now.
As a subscriber, you will enjoy unlimited access to our On Point suite of long reads and book reviews, Say More contributor interviews, The Year Ahead magazine, the full PS archive, and much more. You will also directly support our mission of delivering the highest-quality commentary on the world's most pressing issues to as wide an audience as possible.
By helping us to build a truly open world of ideas, every PS subscriber makes a real difference. Thank you.
WASHINGTON – Como demuestra la reciente Ley de Servicios Digitales de la Comisión Europea, los legisladores en todo el mundo están haciendo esfuerzos, por buenas razones, para combatir el extremismo, la desinformación y la manipulación que han consumido el ecosistema digital, distorsionado el discurso público y profundizado la polarización en los últimos años. Pero sus esfuerzos conllevan riesgos. De la misma manera que las reglas que gobiernan los dominios online pueden fomentar la democracia promoviendo un debate inclusivo e informado, también se puede abusar de ellas para coartar la libertad de expresión.
Afortunadamente, el derecho internacional de los derechos humanos ofrece un conjunto de principios que pueden orientar la regulación de manera tal que se ocupe del contenido tóxico promoviendo a la vez la libertad de expresión. Para ayudar a iluminar este proceso, nuestra organización, la Iniciativa de Red Global (GNI por su sigla en inglés), recientemente reunió a expertos de toda la industria y de la comunidad de derechos humanos para examinar decenas de iniciativas de regulación de contenido en más de una docena de países y ofrecer recomendaciones relevantes.
El primer principio de derechos humanos que se debe aplicar es la “legalidad”, que destaca la necesidad de definiciones claras adoptadas mediante procesos democráticos. Esas definiciones no existen en Tanzania, por ejemplo, que por el contrario tiene reglas que prohíben el contenido online que “provoca molestia”, entre otros daños ambiguos. Si no está claro qué contenido se permite y cuál no, los gobiernos intentan maximizar su poder de restricción de la libre expresión; los usuarios no pueden saber qué constituye una conducta lícita; y las cortes y las empresas se esfuerzan por aplicar las reglas de manera justa.
We hope you're enjoying Project Syndicate.
To continue reading, subscribe now.
Subscribe
orRegister for FREE to access two premium articles per month.
Register
Already have an account? Log in