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Una alianza verde con Europa

SANTIAGO/SAO PAULO – En el próximo mes de diciembre, los dirigentes mundiales se reunirán en París en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de la que se espera que resulte un nuevo acuerdo para abordar el calentamiento planetario, pero en el período previo a la conferencia los jefes de Estado y los ministros se reunirán en otros diversos actos conexos. Después de haber asistido a incontables cumbres, podemos atestiguar que, si se preparan correctamente esas otras reuniones y los jefes de Estado tienen una participación importante en ellas, las perspectivas de éxito en París podrían mejorar.

Una de dichas reuniones en particular podría ser decisiva: la cumbre bianual entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se celebrará en Bruselas los días 10 y 11 de este mes de junio. Las gestiones hechas por Europa y los países de Latinoamérica y del Caribe han preparado el terreno para la mayor asociación birregional del mundo sobre el cambio planetario. Los dirigentes de las dos regiones han expresado su compromiso con miras a mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de dos grados centígrados y lograr en París resultados legalmente vinculantes.

Los Jefes de Estado de la UE y de la CELAC  pueden –y deben– forjar una estrecha alianza y capitalizar las condiciones políticas favorables para hacer avanzar un programa progresista sobre el clima, que encomiende a sus negociadores la misión de esforzarse por lograr un acuerdo justo, equitativo y ambicioso en el próximo mes de diciembre. Juntas, esas dos regiones representan casi la tercera parte de las 195 partes que han subscrito la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y representan el 20 por ciento, aproximadamente, de las emisiones de los gases que provocan el efecto de invernadero. En vista de los desorbitados costos económicos relacionados con los asuntos climáticos que afrontan Europa y América Latina, las dos partes se beneficiarán (y ahorrarán) mucho con un régimen mundial que reduzca en gran medida las emisiones y fortalezca la capacidad de resistencia a los riesgos climáticos.

Ese propósito común se refleja en las políticas de nuestra región. Los países de América Latina y del Caribe están adoptando medidas concertadas para contribuir a reducir las emisiones mundiales y podrían hacer mucho más con transferencias de fondos y tecnología de los países desarrollados. El Brasil, por ejemplo, ha reducido drásticamente la desforestación en el Amazonas, contribución muy importante. Chile va camino de lograr su objetivo de producir el 20 por ciento de su electricidad con fuentes renovables de aquí a 2025 y en 2012 México promulgó una ley sobre el cambio climático encaminada a reducir las emisiones en un 30 por ciento por debajo de su nivel habitual de aquí a 2020 y en un 50 por ciento hasta 2050.

Por su parte, la UE va a ofrecer la mayor promesa hecha hasta ahora con miras a la consecución del acuerdo de París: una reducción de al menos un 40 por ciento de sus emisiones de los gases que provocan el efecto de invernadero respecto de su nivel en 1990 de aquí a 2030, en consonancia con el objetivo a largo plazo de la UE de reducir las emisiones entre el 80 y el 95 por ciento (también respecto del nivel de 1990) hasta 2050.

La cumbre UE-CELAC puede hacer una contribución a las gestiones dentro de la CELAC, que comprende a los 33 países de esa región. Un empeño regional encabezado por el Brasil y Chile están promoviendo el diálogo entre los países de la CELAC para crear confianza con el objetivo de determinar posiciones comunes para las negociaciones de las NN.UU. sobre el clima.

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La CELAC ha subrayado que en un nuevo acuerdo mundial sobre el cambio climático se debe abordar la adaptación y la mitigación de forma equilibrada. Conforme a su compromiso con el límite de los dos grados centígrados de aumento de la temperatura mundial, no sólo apoya un acuerdo legalmente vinculante, sino que, además, pide a los países ricos que cumplan sus promesas de proporcionar a los países en desarrollo 100.000 millones de dólares al año como financiación para los asuntos climáticos de aquí a 2020.

Los países ricos que no han cumplido los compromisos de reducción de las emisiones consagrados en el Protocolo de Kyoto tienen esa deuda para con el planeta. La CELAC desea que haya normas para velar por la transparencia y la verificación de las medidas relativas al clima adoptadas por los países y pide a los países desarrollados que aumenten su transferencia de tecnología y sus medidas de creación de capacidad para apoyar a sus países miembros.

Los países de América Latina y del Caribe pueden aprovechar también la cumbre de Bruselas para asegurar a la UE que es un socio valioso. Puede pedir a Europa que brinde una mayor previsibilidad de las corrientes financieras y se adhiera a los objetivos sobre el clima y el desarrollo, en particular para reducir la desigualdad y la pobreza, impulsar la energía limpia y construir infraestructuras sostenibles de transporte urbano y de otra índole.

Tras las difíciles negociaciones sobre el clima celebradas en Copenhague en 2009, entendemos por qué algunos dirigentes europeos pueden abrigar menos esperanzas para las negociaciones de París, pero, en un momento en el que la preocupación por el calentamiento planetario entre los ciudadanos de las dos regiones va en aumento, éste no es un momento apropiado para la indecisión.

Los dirigentes europeos deben mostrar audazmente que están comprometidos con un resultado ambicioso en París y que Europa aumentará su apoyo a las medidas sobre el clima adoptadas por la CELAC. El Banco Interamericano de Desarrollo calcula que la CELAC puede atender de sobra sus necesidades energéticas futuras mediante fuentes energéticas renovables, incluidas la solar, la eólica y la geotérmica. De hecho, dichos recursos son suficientes para satisfacer sus necesidades proyectadas de electricidad 22 veces más. La UE puede desempeñar un papel destacado en el fomento de la cooperación en materia de energías renovables, en parte mediante la transferencia de tecnología adaptada a nuestras condiciones tropicales, que apoyaría las medidas adoptadas por los países de la CELAC para reducir las emisiones y la contaminación, aumentar su capacidad de resistencia al cambio climático y crear puestos de trabajo.

Ese tipo de cooperación y diplomacia intensificadas podría producir grandes dividendos. Los avances logrados el mes que viene en Bruselas aumentarían la confianza de los países de la CELAC, lo que los alentaría para ofrecer las mayores contribuciones nacionales posibles –conocidas técnicamente como “contribuciones previstas y determinadas en el nivel nacional” – en París. Más en general, podría contribuir a aproximar a todas las partes en relación con las cuestiones más espinosas, como, por ejemplo, la escala y el alcance de las medidas que deben adoptar los países en los diferentes niveles de desarrollo para abordar el cambio climático.

Al constituir una alianza ambiciosa, que se podría ampliar para que incluyera otros grupos, como, por ejemplo, la Alianza de los Pequeños Estados Insulares y el Grupo de los Países Menos Adelantados, los Jefes de Estado de la UE y de la CELAC pueden trazar el rumbo necesario para que el mundo se interne por una vía que lo conduzca a un futuro sostenible, con escasas emisiones y con capacidad de resistencia. Los instamos a adoptar las medidas necesarias para lograr ese objetivo, comenzando en la reunión de Bruselas que se celebrará la semana próxima.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

https://prosyn.org/DE4IHfves