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Los dilemas del cambio climático

COPENHAGUE – Uno de los espectáculos más extraños del debate sobre el cambio climático fue ver, a principios de este mes, al científico climático de la NASA Jim Hansen marchando de la mano de la actriz de Hollywood Darryl Hannah frente a las puertas de la Central Eléctrica a Carbón del Capitolio en Washington, D.C.

Hansen prometió arriesgarse a un arresto en lo que fue anunciado como la mayor protesta de acción directa sobre cambio climático del mundo. En cambio, la peor tormenta en tres años redujo el tamaño de la multitud, impidió la llegada de invitados especiales y entorpeció los esfuerzos por usar un panel solar para iluminar un cartel de protesta. Trascendió que la policía había advertido a la muchedumbre que no tenían intenciones de arrestar a nadie que no quisiera ser arrestado, y no hubo arresto alguno.

Eso no impidió que los manifestantes proclamaran el éxito del evento. "VICTORIA: ASI SE FRENA EL CALENTAMIENTO GLOBAL", declaraba el sitio web de Capitol Climate Action. Y, por cierto, el vocero de la Cámara Baja y el líder de la mayoría en el Senado llamaron al Arquitecto del Capitolio para que dejara de usar carbón para la Central Eléctrica del Capitolio (aunque días antes de la manifestación). Pero si detener el calentamiento global fuera tan fácil, yo -y todos los que conozco- estaría pintando pancartas para la próxima ronda de acción directa.

Hansen condena las centrales eléctricas alimentadas a carbón como "fábricas de muerte", y su idea de que el carbón es malo es compartida por muchos. También es evidentemente errónea. Si fuéramos a detener el uso de carbón mañana mismo, descubriríamos que sigue siendo una fuente vital de vida. El carbón representa casi la mitad del suministro de electricidad del planeta, incluyendo la mitad de la energía consumida en Estados Unidos. El carbón mantiene en funcionamiento a hospitales e infraestructura medular, ofrece calor y luz en invierno y hace que haya aire acondicionado salvador de vidas en verano. En China y la India, donde el carbón representa aproximadamente el 80% de la generación de energía, ayudó a sacar a cientos de millones de personas de la pobreza.

Es una sorpresa, entonces, que el secretario de Energía de Estados Unidos, Steven Chu, quien hace dos años describió la expansión de las centrales eléctricas alimentadas a carbón como su "peor pesadilla", ahora dice que el carbón es un "gran recurso natural".

La cuestión vital es qué reemplazaría al carbón si fuésemos a dejar de usarlo. A juzgar por sus cantos -"No al carbón, no al gas, no a la energía nuclear, no a las bromas" y "Biocombustibles -diablos no"-, los manifestantes en Washington descartarían muchas alternativas plausibles.

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La energía solar y eólica parecen ser aceptables, pero ambas son mucho menos confiables que el carbón, y mucho más costosas. Sólo alrededor del 0,5% de la energía del mundo proviene de estas fuentes renovables. Aún con presunciones optimistas, la Agencia Internacional de Energía estima que su proporción aumentará a apenas el 2,8% para el año 2030.

Una razón es que no sabemos cómo almacenar la energía proveniente de estas fuentes: cuando no sopla el viento y cuando no brilla el sol, ¿qué alimenta nuestras computadoras o el quirófano del hospital?

Es más, lo renovable todavía es costoso. Recientemente, el ex vicepresidente norteamericano Al Gore y el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, dijeron que "en Estados Unidos, hoy hay más empleos en la industria eólica que en toda la industria del carbón". No importa que los números hayan sido maquillados, porque aún así conllevan una lección valiosa. Estados Unidos obtiene el 50% de su electricidad del carbón, pero menos del 0,5% del viento. Si hace falta la misma mano de obra para producir ambas, la energía eólica es mucho más costosa.

El equivalente de más de 60 millones de barriles de petróleo se consumen en carbón a diario, y no hay ninguna alternativa "verde" costeable. Existe un suministro amplio y económico de carbón para varios siglos. Necesitamos aceptar que se quemará gran parte del carbón barato del mundo -pero deberíamos concentrarnos en capturar el dióxido de carbono-. En acuerdos anunciados por la administración Obama, Estados Unidos está trabajando conjuntamente con China y Canadá en proyectos para desarrollar esta tecnología.

El fin del baluarte de los combustibles fósiles se producirá cuando tengamos alternativas económicas, especialmente en los países en desarrollo. Ese día llegará antes si los gobiernos invierten mucho más dinero en investigación de energía de bajo consumo de carbono, que es lamentablemente inadecuada. En términos ideales, cada país debería comprometerse a gastar el 0,05% del PBI en explorar tecnologías de energía que no emitan carbono. Esto costaría 25.000 millones de dólares por año -diez veces más en el financiamiento global- y crearía consenso para recuperar la idea de entregar un mundo con bajo contenido de carbono y altos ingresos.

El carbón contribuye marcadamente al calentamiento global, pero ninguna dosis de teatro político puede alterar el hecho ineludible de que también ofrece beneficios que todavía no podemos replicar con energía renovable. Desafiar un arresto con estrellas de Hollywood es una diversión. Declarar una verdadera victoria sobre el calentamiento global demandará mucho más pragmatismo, y mucho más trabajo.

https://prosyn.org/hMAZcrpes