BOSTON – La crisis de la COVID-19 ha paralizado las economías en todo el mundo. Grandes sectores manufactureros quedaron sin trabajo y las puertas de otras industrias, como la aviación y el turismo, están prácticamente cerrados. En medio de la debacle económica, hay quienes señalan un lado positivo: el aire está más limpio. Pero, si bien es cierto que la menor contaminación del aire actual mejorará temporalmente la salud de algunas personas, también lo es que el viento es mucho más calmo en el ojo del huracán.
El año pasado, aproximadamente seis millones de personas en el mundo murieron debido a la contaminación ambiental generada por la combustión de hidrocarburos. Esa contaminación probablemente genere la misma cantidad de muertes en 2020, a pesar de que el aire está más limpio gracias a los confinamientos por la COVID-19. La contaminación por la combustión de hidrocarburos causa ataques cardíacos, derrames cerebrales, cáncer de pulmón y diabetes. Los niños que respiran aire contaminado tienen más probabilidades de sufrir asma. Y el aire contaminado también puede dañar a las mujeres embarazadas y tener como consecuencia niños prematuros o por debajo del peso apropiado.
Pero podemos reducir este creciente impacto sobre nuestra salud. Cuando nuestras economías vuelvan a ponerse en marcha, una vez que pase la amenaza de la COVID-19, debemos implementar soluciones climáticas que no solo prevengan los daños que causa la contaminación del aire, sino que además tal vez prevengan la próxima pandemia.
Freedom of the press is the mortar that binds together a free society. If Indian Prime Minister Narendra Modi’s efforts to de-institutionalize what used to be a dynamic and independent Fourth Estate persists, public confidence in the media will steadily decline, along with confidence in Indian democracy.
raises the alarm about the Indian prime minister's steady erosion of the country's Fourth Estate.
Until recently, there had been relatively little discussion of what the rapid growth of digital labor platforms meant for the nature of work and the employment relationship. But an important recent report provides answers to many questions – and raises several more that policymakers and regulators need to address.
highlights the risks to workers arising from the rapid growth of online labor marketplaces.
BOSTON – La crisis de la COVID-19 ha paralizado las economías en todo el mundo. Grandes sectores manufactureros quedaron sin trabajo y las puertas de otras industrias, como la aviación y el turismo, están prácticamente cerrados. En medio de la debacle económica, hay quienes señalan un lado positivo: el aire está más limpio. Pero, si bien es cierto que la menor contaminación del aire actual mejorará temporalmente la salud de algunas personas, también lo es que el viento es mucho más calmo en el ojo del huracán.
El año pasado, aproximadamente seis millones de personas en el mundo murieron debido a la contaminación ambiental generada por la combustión de hidrocarburos. Esa contaminación probablemente genere la misma cantidad de muertes en 2020, a pesar de que el aire está más limpio gracias a los confinamientos por la COVID-19. La contaminación por la combustión de hidrocarburos causa ataques cardíacos, derrames cerebrales, cáncer de pulmón y diabetes. Los niños que respiran aire contaminado tienen más probabilidades de sufrir asma. Y el aire contaminado también puede dañar a las mujeres embarazadas y tener como consecuencia niños prematuros o por debajo del peso apropiado.
Pero podemos reducir este creciente impacto sobre nuestra salud. Cuando nuestras economías vuelvan a ponerse en marcha, una vez que pase la amenaza de la COVID-19, debemos implementar soluciones climáticas que no solo prevengan los daños que causa la contaminación del aire, sino que además tal vez prevengan la próxima pandemia.
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