MILÁN – Según la Agencia Internacional de la Energía, el objetivo de triplicar la capacidad de generación de energía a partir de fuentes renovables en 2030, fijado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del año pasado en Dubái, ya es alcanzable. Esto se debe a una enorme reducción del costo de las tecnologías de energía limpia; en concreto, el abaratamiento de los paneles solares y de las baterías ha provocado una veloz mejora de la economía de la mitigación climática.
En los últimos veinte años, los precios de los paneles solares han disminuido un 20% cada vez que se duplicó la capacidad mundial instalada; y al seguir creciendo esta (sobre todo en China), es de prever un ulterior abaratamiento. Otras tecnologías de energía renovable como las turbinas eólicas no ofrecen las mismas economías de escala, porque tienen muchas partes móviles que están más expuestas a rotura. Por eso, aunque el costo de la energía eólica también ha tenido una importante reducción, no es de la misma magnitud. El abaratamiento continuo de la energía solar hace prever su adopción generalizada como fuente renovable preferencial.
Otro avance importante es la reducción de costo de las baterías. Lo mismo que en el caso de los paneles solares, los precios de las baterías se vienen reduciendo alrededor de un 19% cada vez que se duplica la producción. Es necesario que esta tendencia continúe para poder producir vehículos eléctricos más baratos y compensar la intermitencia de las fuentes renovables. En particular, la combinación de energía solar (que tiene un ciclo diario predecible) y baterías se acerca bastante a la fuente de energía ideal que está disponible cuando se la necesita.
Pero la mejora en la economía de las fuentes renovables (un avance positivo y necesario) no es garantía de ganar el combate contra el cambio climático. Es verdad que ahora existe una ruta creíble y de bajo costo para la descarbonización de los sistemas energéticos y del transporte, que sumados equivalen al 60% de las emisiones. Por desgracia, han aparecido obstáculos políticos, en los niveles global y local, contra la adopción acelerada de las soluciones de energía limpia.
En las economías avanzadas, las mayores barreras contra las renovables son de nivel local: es común que los proyectos de instalación de turbinas y de modernización de redes (crucial para la integración y el transporte de la energía generada a partir de fuentes renovables) generen la oposición de los residentes locales (es lo que se conoce como movimiento «NIMBY», not in my backyard). Por ejemplo, Alemania todavía no ha conseguido conectar las granjas eólicas offshore del Mar del Norte con las regiones industriales del sur: la oposición local a la instalación de nuevas líneas de transporte fue tan intensa que el proyecto (llamado SuedLink) ha tenido que optar por el uso de cables subterráneos que quintuplican el costo. La Comisión Europea es consciente del problema del activismo NIMBY, y hace poco pidió que los estados miembros aceleren la concesión de licencias para proyectos de energía renovable.
Pero el mayor obstáculo contra la descarbonización es la tensión creciente entre Occidente y China, que abona un argumento según el cual, economías grandes y avanzadas como la Unión Europea o los Estados Unidos no pueden permitir que un rival geopolítico domine las futuras industrias del crecimiento. Esta idea ha sentado las bases para la introducción de políticas industriales verdes a ambos lados del Atlántico. Pero el veloz abaratamiento de los paneles solares y de las baterías se debe precisamente a que son tecnologías maduras con productos cada vez más «comoditizados» (en cuya fabricación a escala China se destaca), de modo que no se trata de «industrias del futuro».
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Otro argumento para la producción local de bienes relacionados con las fuentes renovables es el de la seguridad energética, pero también está errado. Una interrupción en el suministro de paneles solares no cortaría el suministro de energía, porque la capacidad ya instalada seguiría generando electricidad (con un costo marginal igual a cero).
Estas tensiones se han visto sobre todo en el sector de los vehículos eléctricos, cuya cuota de mercado se ha estancado en un 8% en los Estados Unidos y alrededor del 15% en la UE, lo que se debe en parte a que son más caros que los autos con motor de combustión interna (a menudo la diferencia llega a 20 000 dólares). En Estados Unidos y la UE, los subsidios sólo cubren una parte del costo adicional, mientras que en China los vehículos eléctricos están casi a un mismo precio que los convencionales, y la cuota de mercado en 2023 superó el 35%. La importación de vehículos eléctricos chinos a bajo costo puede generar un ahorro para los consumidores occidentales, pero tanto Estados Unidos como la UE les han impuesto altos aranceles.
Además del aumento de costo de la transición verde derivado de la decisión de grandes potencias industriales de «protegerse» contra productos baratos importados de China, también en los países en desarrollo existen obstáculos geopolíticos contra la adopción de las fuentes renovables.
China está bien posicionada para facilitar la descarbonización en los países pobres mediante su Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), pero dos razones lo han impedido. En primer lugar, la India, por su rivalidad con China, no participa en la IFR y protege ferozmente su industria. No es asunto de poca importancia, porque la India ya es el tercer mayor emisor del mundo, tras superar a la UE en 2023, y también es una de las economías de mayor crecimiento. En segundo lugar, suele ocurrir que los gobiernos que reciben créditos chinos conforme a la IFR prefieran usarlos en proyectos de infraestructura prestigiosos antes que en la humilde instalación de sistemas de energía renovable.
El abaratamiento incesante de las fuentes renovables aumenta en gran medida el potencial para una descarbonización acelerada de grandes sectores de la economía global, pero la política está obrando como obstáculo.
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Anders Åslund
considers what the US presidential election will mean for Ukraine, says that only a humiliating loss in the war could threaten Vladimir Putin’s position, urges the EU to take additional steps to ensure a rapid and successful Ukrainian accession, and more.
MILÁN – Según la Agencia Internacional de la Energía, el objetivo de triplicar la capacidad de generación de energía a partir de fuentes renovables en 2030, fijado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del año pasado en Dubái, ya es alcanzable. Esto se debe a una enorme reducción del costo de las tecnologías de energía limpia; en concreto, el abaratamiento de los paneles solares y de las baterías ha provocado una veloz mejora de la economía de la mitigación climática.
En los últimos veinte años, los precios de los paneles solares han disminuido un 20% cada vez que se duplicó la capacidad mundial instalada; y al seguir creciendo esta (sobre todo en China), es de prever un ulterior abaratamiento. Otras tecnologías de energía renovable como las turbinas eólicas no ofrecen las mismas economías de escala, porque tienen muchas partes móviles que están más expuestas a rotura. Por eso, aunque el costo de la energía eólica también ha tenido una importante reducción, no es de la misma magnitud. El abaratamiento continuo de la energía solar hace prever su adopción generalizada como fuente renovable preferencial.
Otro avance importante es la reducción de costo de las baterías. Lo mismo que en el caso de los paneles solares, los precios de las baterías se vienen reduciendo alrededor de un 19% cada vez que se duplica la producción. Es necesario que esta tendencia continúe para poder producir vehículos eléctricos más baratos y compensar la intermitencia de las fuentes renovables. En particular, la combinación de energía solar (que tiene un ciclo diario predecible) y baterías se acerca bastante a la fuente de energía ideal que está disponible cuando se la necesita.
Pero la mejora en la economía de las fuentes renovables (un avance positivo y necesario) no es garantía de ganar el combate contra el cambio climático. Es verdad que ahora existe una ruta creíble y de bajo costo para la descarbonización de los sistemas energéticos y del transporte, que sumados equivalen al 60% de las emisiones. Por desgracia, han aparecido obstáculos políticos, en los niveles global y local, contra la adopción acelerada de las soluciones de energía limpia.
En las economías avanzadas, las mayores barreras contra las renovables son de nivel local: es común que los proyectos de instalación de turbinas y de modernización de redes (crucial para la integración y el transporte de la energía generada a partir de fuentes renovables) generen la oposición de los residentes locales (es lo que se conoce como movimiento «NIMBY», not in my backyard). Por ejemplo, Alemania todavía no ha conseguido conectar las granjas eólicas offshore del Mar del Norte con las regiones industriales del sur: la oposición local a la instalación de nuevas líneas de transporte fue tan intensa que el proyecto (llamado SuedLink) ha tenido que optar por el uso de cables subterráneos que quintuplican el costo. La Comisión Europea es consciente del problema del activismo NIMBY, y hace poco pidió que los estados miembros aceleren la concesión de licencias para proyectos de energía renovable.
Pero el mayor obstáculo contra la descarbonización es la tensión creciente entre Occidente y China, que abona un argumento según el cual, economías grandes y avanzadas como la Unión Europea o los Estados Unidos no pueden permitir que un rival geopolítico domine las futuras industrias del crecimiento. Esta idea ha sentado las bases para la introducción de políticas industriales verdes a ambos lados del Atlántico. Pero el veloz abaratamiento de los paneles solares y de las baterías se debe precisamente a que son tecnologías maduras con productos cada vez más «comoditizados» (en cuya fabricación a escala China se destaca), de modo que no se trata de «industrias del futuro».
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Estas tensiones se han visto sobre todo en el sector de los vehículos eléctricos, cuya cuota de mercado se ha estancado en un 8% en los Estados Unidos y alrededor del 15% en la UE, lo que se debe en parte a que son más caros que los autos con motor de combustión interna (a menudo la diferencia llega a 20 000 dólares). En Estados Unidos y la UE, los subsidios sólo cubren una parte del costo adicional, mientras que en China los vehículos eléctricos están casi a un mismo precio que los convencionales, y la cuota de mercado en 2023 superó el 35%. La importación de vehículos eléctricos chinos a bajo costo puede generar un ahorro para los consumidores occidentales, pero tanto Estados Unidos como la UE les han impuesto altos aranceles.
Además del aumento de costo de la transición verde derivado de la decisión de grandes potencias industriales de «protegerse» contra productos baratos importados de China, también en los países en desarrollo existen obstáculos geopolíticos contra la adopción de las fuentes renovables.
China está bien posicionada para facilitar la descarbonización en los países pobres mediante su Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), pero dos razones lo han impedido. En primer lugar, la India, por su rivalidad con China, no participa en la IFR y protege ferozmente su industria. No es asunto de poca importancia, porque la India ya es el tercer mayor emisor del mundo, tras superar a la UE en 2023, y también es una de las economías de mayor crecimiento. En segundo lugar, suele ocurrir que los gobiernos que reciben créditos chinos conforme a la IFR prefieran usarlos en proyectos de infraestructura prestigiosos antes que en la humilde instalación de sistemas de energía renovable.
El abaratamiento incesante de las fuentes renovables aumenta en gran medida el potencial para una descarbonización acelerada de grandes sectores de la economía global, pero la política está obrando como obstáculo.
Traducción: Esteban Flamini