Once años después de su conexión inicial a la World Wide Web (WWW) o Malla Multimedios Mundial, el acceso de China a la red Internet sigue protegido por cortafuegos, insertos en sus servidores, que han resultado ser más prácticos e impenetrables que el Muro de Berlín. Además, un aumento de la demanda de conexión de banda ancha ha desencadenado el lanzamiento de un “Proyecto Jin Dun” (“Escudo dorado”), sistema digital automático de vigilancia pública que prolongará el gobierno comunista, al denegar a los ciudadanos de China el derecho a la información, y costará 800 millones de dólares.
El principio subyacente al Escudo Dorado es el de que “cuando la virtud levanta un pie, el vicio levanta diez”. Ayudada por sistemas creados por agencias de inteligencia occidentales, China ha forjado una espada virtual que amenaza con bloquear la senda a la democracia.
En China las “puertas” de Internet supervisan y filtran principalmente la información política. Entre sus funciones técnicas figuran las de bloquear los sitios web extranjeros, filtrar el contenido y las palabras principales de las páginas web, controlar el correo electrónico y los cibercafés, secuestrar las computadoras personales, enviar virus e interconectar con los sistemas de vigilancia de las Oficinas de Seguridad Pública. En lugar de anunciar una nueva era de libertad, la red Internet está permitiendo a las autoridades chinas perfeccionar el control totalitario de un modo que supera con mucho a los gobernantes de 1984 de George Orwell.
Desde el 15 de abril de este año, la avanzada ciencia y tecnología del Escudo Dorado ha estado controlando todos los pensamientos y acciones de los chinos que usan Internet, pero lo que Orwell no predijo es que el gobierno de China lo ha hecho con ayuda de las democracias occidentales.
En la actualidad, China es el único país del mundo que ha consagrado en la ley el concepto de “ciberdelincuente político”. Publicar artículos en Internet puede equivaler a “cometer un delito” y la consecuencia de las “actitudes radicales” puede ser la reclusión. Los verdaderos delincuentes, los oficiales de las compañías –Nortel, Cisco y Sun Microsystem- que construyeron ese siniestro sistema de control mental, nunca estarán más cerca de una cárcel que de los hoteles de cinco estrellas de China.
Desde que el primer ciberdelincuente chino, Lin Haiyin, fue encarcelado por instigar acciones subversivas en 2000 hasta la reciente detención del escritor Shi Tao, más de cien intelectuales independientes han sido encarcelados por expresar sus opiniones. A la vigilancia de Internet se debe también el aumento constante del número de practicantes de Falun Gong ejecutados por el Estado: un total de 1.692 hasta el 18 de abril.
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La comunicación por Internet en la China moderna está llena de cebos y trampas: los diseños de páginas web fáciles de usar, los iconos y los símbolos de expresiones faciales fáciles de activar, las imágenes de hermosas estrellas femeninas en anuncios en línea y las noticias internacionales constantemente actualizadas inducen a los usuarios a participar y expresar sus ideas, pero, una vez que sus dedos tocan el teclado, la “democracia de la mesa de la cocina” de la Red deja de existir: pueden verse pisando una trampa, porque la policía de Internet observa todas y cada una de las palabras que teclean.
En un país en el que la libertad de expresión ha estado prohibida durante medio siglo, al principio la red Internet resultó una bendición: la gente vertió su entusiasmo en ella creando sitios y páginas personales en la Red. Ahora esas personas se ven al descubierto ante las Oficinas de Seguridad Pública.
Por ejemplo, el sitio web Democracia y libertad ha sido cerrado temporalmente o bloqueado 43 veces en tres años. Sus sólidas informaciones sobre la muerte de Zhao Ziyang, el dirigente reformista del decenio de 1980 que fue encarcelado por oponerse a la represión en la plaza de Tienanmen en junio de 1989, acabó sucumbiendo al poder del “Escudo dorado”. En la actualidad, la vida media en línea de los servidores en China es de tan sólo treinta minutos y se han cerrado 17.000 cibercafés. La tecnología de filtrado en línea puede bloquear o interceptar los mensajes de correo electrónico de los 80 millones, más o menos, de “ciudadanos de la Red” de China.
Como los foros y los mensajes personales de correo electrónico han llegado a ser esenciales para muchos chinos, el perfeccionamiento de la supervisión de Internet está aumentando cada vez más. A consecuencia de ello, los pensadores tienen muchas más probabilidades de ser sorprendidos expresando ideas “desaprobadas” que en el decenio de 1980 y a comienzos del de 1990, cuando las publicaciones clandestinas hacían de cauce principal de la libertad de expresión.
De hecho, aunque la cobertura de Internet en China ha ido ampliándose constantemente, la capacidad del Partido Comunista para censurarlo ha aumentado a un ritmo mucho mayor, gracias a la tecnología occidental. El Partido soñaba con esa clase de control desde su época revolucionaria. La dictadura no sólo está a salvo en China, sino que, además, de momento está a la ofensiva.
Pero no para siempre. Aunque el “Proyecto Escudo Dorado” es la mayor inversión particular del Partido Comunista en la esfera ideológica desde que se hizo con el poder en China en 1949, es probable que sea también la última gran apuesta antes del hundimiento del Partido. Como el Muro de Berlín, las restricciones del acceso a Internet en China pueden ser técnicamente sólidas, aun cuando defiendan lo indefendible y sostengan lo insostenible.
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Tech companies know that if there is an open, democratic debate about data security, consumers’ concerns about digital safeguards will win out. And while the industry's lobbyists tried to ensure that no such debate could ever occur, one of their more cynical moves has now been exposed and thwarted.
details how the industry tried to slip extraordinary protections against regulation into US trade agreements.
If we measure a failed state by the cracks in the edifice of its power, reflected in brewing ideological civil wars, deadlocked assemblies, and increasingly insecure public spaces, we must recognize that the United States is not so unlike Haiti. Both have given rise to violent gangs with political ambitions.
warns that rich Western democracies are not immune to politically motivated gang violence.
Once años después de su conexión inicial a la World Wide Web (WWW) o Malla Multimedios Mundial, el acceso de China a la red Internet sigue protegido por cortafuegos, insertos en sus servidores, que han resultado ser más prácticos e impenetrables que el Muro de Berlín. Además, un aumento de la demanda de conexión de banda ancha ha desencadenado el lanzamiento de un “Proyecto Jin Dun” (“Escudo dorado”), sistema digital automático de vigilancia pública que prolongará el gobierno comunista, al denegar a los ciudadanos de China el derecho a la información, y costará 800 millones de dólares.
El principio subyacente al Escudo Dorado es el de que “cuando la virtud levanta un pie, el vicio levanta diez”. Ayudada por sistemas creados por agencias de inteligencia occidentales, China ha forjado una espada virtual que amenaza con bloquear la senda a la democracia.
En China las “puertas” de Internet supervisan y filtran principalmente la información política. Entre sus funciones técnicas figuran las de bloquear los sitios web extranjeros, filtrar el contenido y las palabras principales de las páginas web, controlar el correo electrónico y los cibercafés, secuestrar las computadoras personales, enviar virus e interconectar con los sistemas de vigilancia de las Oficinas de Seguridad Pública. En lugar de anunciar una nueva era de libertad, la red Internet está permitiendo a las autoridades chinas perfeccionar el control totalitario de un modo que supera con mucho a los gobernantes de 1984 de George Orwell.
Desde el 15 de abril de este año, la avanzada ciencia y tecnología del Escudo Dorado ha estado controlando todos los pensamientos y acciones de los chinos que usan Internet, pero lo que Orwell no predijo es que el gobierno de China lo ha hecho con ayuda de las democracias occidentales.
En la actualidad, China es el único país del mundo que ha consagrado en la ley el concepto de “ciberdelincuente político”. Publicar artículos en Internet puede equivaler a “cometer un delito” y la consecuencia de las “actitudes radicales” puede ser la reclusión. Los verdaderos delincuentes, los oficiales de las compañías –Nortel, Cisco y Sun Microsystem- que construyeron ese siniestro sistema de control mental, nunca estarán más cerca de una cárcel que de los hoteles de cinco estrellas de China.
Desde que el primer ciberdelincuente chino, Lin Haiyin, fue encarcelado por instigar acciones subversivas en 2000 hasta la reciente detención del escritor Shi Tao, más de cien intelectuales independientes han sido encarcelados por expresar sus opiniones. A la vigilancia de Internet se debe también el aumento constante del número de practicantes de Falun Gong ejecutados por el Estado: un total de 1.692 hasta el 18 de abril.
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La comunicación por Internet en la China moderna está llena de cebos y trampas: los diseños de páginas web fáciles de usar, los iconos y los símbolos de expresiones faciales fáciles de activar, las imágenes de hermosas estrellas femeninas en anuncios en línea y las noticias internacionales constantemente actualizadas inducen a los usuarios a participar y expresar sus ideas, pero, una vez que sus dedos tocan el teclado, la “democracia de la mesa de la cocina” de la Red deja de existir: pueden verse pisando una trampa, porque la policía de Internet observa todas y cada una de las palabras que teclean.
En un país en el que la libertad de expresión ha estado prohibida durante medio siglo, al principio la red Internet resultó una bendición: la gente vertió su entusiasmo en ella creando sitios y páginas personales en la Red. Ahora esas personas se ven al descubierto ante las Oficinas de Seguridad Pública.
Por ejemplo, el sitio web Democracia y libertad ha sido cerrado temporalmente o bloqueado 43 veces en tres años. Sus sólidas informaciones sobre la muerte de Zhao Ziyang, el dirigente reformista del decenio de 1980 que fue encarcelado por oponerse a la represión en la plaza de Tienanmen en junio de 1989, acabó sucumbiendo al poder del “Escudo dorado”. En la actualidad, la vida media en línea de los servidores en China es de tan sólo treinta minutos y se han cerrado 17.000 cibercafés. La tecnología de filtrado en línea puede bloquear o interceptar los mensajes de correo electrónico de los 80 millones, más o menos, de “ciudadanos de la Red” de China.
Como los foros y los mensajes personales de correo electrónico han llegado a ser esenciales para muchos chinos, el perfeccionamiento de la supervisión de Internet está aumentando cada vez más. A consecuencia de ello, los pensadores tienen muchas más probabilidades de ser sorprendidos expresando ideas “desaprobadas” que en el decenio de 1980 y a comienzos del de 1990, cuando las publicaciones clandestinas hacían de cauce principal de la libertad de expresión.
De hecho, aunque la cobertura de Internet en China ha ido ampliándose constantemente, la capacidad del Partido Comunista para censurarlo ha aumentado a un ritmo mucho mayor, gracias a la tecnología occidental. El Partido soñaba con esa clase de control desde su época revolucionaria. La dictadura no sólo está a salvo en China, sino que, además, de momento está a la ofensiva.
Pero no para siempre. Aunque el “Proyecto Escudo Dorado” es la mayor inversión particular del Partido Comunista en la esfera ideológica desde que se hizo con el poder en China en 1949, es probable que sea también la última gran apuesta antes del hundimiento del Partido. Como el Muro de Berlín, las restricciones del acceso a Internet en China pueden ser técnicamente sólidas, aun cuando defiendan lo indefendible y sostengan lo insostenible.