SHANGHÁI – El fuerte rebote del crecimiento, tan esperado después de que China pusiera fin a su política de COVID cero, aún no se materializa. Esto es, a la vez, menos sorprendente y más fácil de entender de lo que muchos comentaristas parecen creer.
Se suponía que el fin de los confinamientos por la COVID-19 liberaría una poderosa ola de demanda contenida. En lugar de eso, la demanda agregada, que venía desacelerándose antes de la pandemia, volvió a su trayectoria anterior. Aunque los chinos estuvieron saliendo a comer afuera, viajando y socializando más, el gasto de consumo de los hogares creció en forma limitada; y la inversión en activos fijos no se recuperó.
Con unas pocas excepciones, como el sector de los vehículos propulsados con energías alternativas (VEA), la actividad económica siguió apagada y, debido a ello, el crecimiento fue mucho más débil de lo esperado. Aunque el crecimiento del PBI real llegó al 4,5 % en el primer trimestre, se prevé que desacelerará en el segundo. La inflación básica se mantiene cerca de cero y el índice de precios al consumidor transita territorio negativo.
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Se suponía que el fin de los confinamientos por la COVID-19 liberaría una poderosa ola de demanda contenida. En lugar de eso, la demanda agregada, que venía desacelerándose antes de la pandemia, volvió a su trayectoria anterior. Aunque los chinos estuvieron saliendo a comer afuera, viajando y socializando más, el gasto de consumo de los hogares creció en forma limitada; y la inversión en activos fijos no se recuperó.
Con unas pocas excepciones, como el sector de los vehículos propulsados con energías alternativas (VEA), la actividad económica siguió apagada y, debido a ello, el crecimiento fue mucho más débil de lo esperado. Aunque el crecimiento del PBI real llegó al 4,5 % en el primer trimestre, se prevé que desacelerará en el segundo. La inflación básica se mantiene cerca de cero y el índice de precios al consumidor transita territorio negativo.
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