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El disruptivo intervencionismo del gobierno central chino

SHANGHAI – Se calcula que este año el crecimiento económico de China cayó a poco más de 6%, y es improbable que se recupere pronto. De hecho, casi todos los analistas económicos coinciden en que aunque el desempeño de la economía china en 2019 fue el peor en casi 30 años, puede que por al menos una década no haya una cifra mejor. En lo que al parecer no hay tanto consenso es respecto de si las autoridades chinas deberían estar preocupadas o qué pueden hacer para mejorar las perspectivas de crecimiento.

Los optimistas señalan que dado el tamaño actual de la economía china, incluso un 6% de crecimiento anual del PIB es mejor que los dos dígitos de hace 25 años. Los pesimistas advierten que aunque eso sea cierto, la desaceleración económica limita el crecimiento del ingreso per cápita (mala noticia para un país que corre riesgo de quedar empantanado en la trampa del ingreso medio) y agudiza los riesgos fiscales derivados del elevado endeudamiento de las corporaciones y de los gobiernos de nivel local.

Cualquiera sea el partido que uno tome en este debate, hay algo que es indiscutible: la desaceleración económica de China recibió un aporte importante de políticas incoherentes y errores de gobernanza. El problema radica en la lentitud de las reformas estructurales. El crecimiento a largo plazo depende de la descentralización de la autoridad gubernamental, un aumento de la mercadización y una mayor liberalización económica, con mucho más acceso del sector privado a financiación y otros factores de producción.

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