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La cuerda floja de la gobernanza en China

SHANGHÁI – Hace cinco años, los líderes de China decidieron apostar por la gobernanza estatal moderna como una prioridad de sus reformas. Su objetivo es mejorar la capacidad del estado de adaptarse al inmenso tamaño y la creciente complejidad de la economía china, además de mitigar los riesgos. No será fácil lograrlo.

Para comprender por qué y lo que será necesario para tener éxito, piénsese en cómo ha funcionado la gobernanza china en las últimas décadas. En general, para gobernar el país se requiere una combinación de centralización política y descentralización económica. En particular, el espectacular aumento de su ingreso nacional se ha debido a un delicado equilibrio entre la concentración del poder político en el liderazgo central y la delegación de la gestión económica a las autoridades locales.

Es un equilibrio que ha demostrado ser difícil de mantener. Por ejemplo, cuando China todavía tenía una economía completamente planificada, Mao Zedong tuvo que delegar la gestión de empresas estatales (SOE, por sus siglas en inglés) a autoridades locales durante cierto tiempo para impulsar la producción, ya que los gobiernos locales estaban en una mejor posición que el ministerio de la industria en Beijing para manejarse con los proveedores locales. Pero, dentro de unos cuantos años, este sistema se había vuelto tan desorganizado por el caos económico que se produjo tras la descentralización que el gobierno central debió reafirmar su control.

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