patten115_Anthony KwanGetty Images_hongkongprotest Anthony Kwan/Getty Images

Somos Hong Kong

LONDRES – En mi discurso final como gobernador de Hong Kong el 30 de junio de 1997, pocas horas antes de abandonar la ciudad en el yate real de Gran Bretaña, dije que “Ahora, el pueblo de Hong Kong tiene que gobernar Hong Kong. Ésta es la promesa. Y éste es el destino irreversible”.

Esa promesa figuraba en la Declaración Conjunta de 1984, un tratado firmado por China y el Reino Unido ante las Naciones Unidas. El acuerdo era claro, y la garantía para los ciudadanos de Hong Kong era absoluta: el retorno de la ciudad de una soberanía británica a una soberanía china estaría gobernado por el principio de “un país, dos sistemas”. Hong Kong tendría un alto grado de autonomía durante 50 años, hasta 2047, y seguiría disfrutando de todas las libertades asociadas con una sociedad abierta bajo un estado de derecho.

Pero con su decisión reciente de imponer una nueva ley de seguridad draconiana a Hong Kong, el presidente chino, Xi Jinping, ha pisoteado la Declaración Conjunta y ha amenazado directamente la libertad de la ciudad. Los defensores de la democracia liberal no deben quedarse de brazos cruzados.

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