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¿Qué hacer con China?

BERKELEY – En una edición reciente de The New York Review of Books, el historiador Adam Toozeseñala que “si hay algo en lo que está de acuerdo todo el espectro político estadounidense es en la necesidad de mayor firmeza con China”. Tiene razón: en esta única cuestión, los halcones de la guerra, los internacionalistas liberales y los que piensan que la culpa siempre es del otro tienden a coincidir. Han concluido que puesto que Estados Unidos necesita proteger su posición relativa en la escena internacional, hay que disminuir la de China.

Pero esa forma de encarar el problema es errada. Aunque Estados Unidos puede sin duda hacerle mucho daño a China en el corto plazo (1 a 4 años) por medio de aranceles, restricciones a la compra de tecnología y otras políticas de guerra comercial, también se haría mucho daño a sí mismo; y al final, los chinos serían menos afectados. El gobierno chino puede comprar la producción china que antes se hubiera vendido a Estados Unidos para prevenir el desempleo masivo y la agitación social, pero el gobierno estadounidense difícilmente pueda hacer lo mismo en beneficio de los trabajadores estadounidenses que queden sin empleo por la pérdida del mercado chino.

En el mediano plazo (5 a 10 años), Estados Unidos tendría problemas todavía mayores, porque China ya habría empezado a reemplazar a los clientes y proveedores estadounidenses con otros en Europa y Japón. En tanto, a un Estados Unidos recién salido de destruir su relación con China le costará convencer a otros de ocupar su lugar como socio comercial y fuente de inversión. Al final, volverse el tonto irracional del mundo tiene sus costos.

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