Censura y sensibilidad

La mayoría de los periodistas occidentales responden airadamente cuando los gobiernos amenazan con coartar su capacidad de reunir la información que necesitan. Algunos hasta han ido a la cárcel por proteger las identidades de fuentes e informantes anónimos, o han demandado a los gobiernos que les niegan el acceso a documentos cruciales. Lamentablemente, muchos periodistas parecen bastante más dispuestos a luchar por su derecho a reunir noticias que a batallar por su derecho a publicar y difundir libremente los resultados de sus actividades. De hecho, gran cantidad de periodistas y organizaciones noticiosas parecen aceptar la censura como un hecho natural en países que controlan regularmente sus medios de comunicación.

Bajar la cabeza ante esta censura podría haber sido necesario cuando las imprentas, los camiones repartidores, los quioscos de noticias o las torres de transmisión eran la única manera de hacer llegar publicaciones escritas o difundir programas a los consumidores de noticias. Sin embargo, la publicación por Internet ofrece una oportunidad nueva –y potencialmente lucrativa- de distribución de información no censurada.

Esta libertad no es automática, ya que incluso la apertura inherente de la Internet puede terminar siendo abatida por actividades meticulosas de filtrado y vigilancia por parte de los gobiernos. No obstante, en los últimos años la constante investigación para lograr métodos que contrapesen estar interferencia de terceros en las comunicaciones de Internet ha comenzado a convertirse en un nuevo factor. La mayor parte de ella no se ha realizado en laboratorios de universidades ni en centros de Investigación y desarrollo de grandes empresas: la han llevado a cabo espontáneamente adolescentes que la usan para compartir música con derechos de autor sin tener que pagar por ella.

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