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Dos tareas para los abolicionistas de hoy

CIUDAD DEL VATICANO – El flagelo del tráfico de seres humanos es un problema que los líderes de todas las fes deben tomarse muy en serio. Tras ser electo en marzo de 2013, una de las primeras acciones del Papa Francisco fue escribirme, como jefe de la Academia Pontificia de Ciencias (PAS), pidiéndome que estudiásemos la esclavitud moderna y sus soluciones.

Nueve meses después, Francisco convocó a líderes religiosos de todo el mundo para declarar que el tráfico de seres humanos y sus órganos, además del trabajo forzoso y la prostitución, son crímenes contra la humanidad. En septiembre de 2015, los líderes mundiales se hicieron eco de esta conclusión cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó por unanimidad los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen una meta de poner fin a estas prácticas.

Por estas y muchas otras razones, es un imperativo moral que el mundo trabaje en conjunto para lograr la visión fijada por nuestros líderes religiosos y políticos. No hay tiempo que perder, con millones todavía siendo víctimas de formas modernas de servidumbre involuntaria.

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