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La construcción de la Gran Europa

MOSCÚ – La Gran Europa está en una encrucijada. Veinte años después de la caída del Telón de Acero, sigue dividida, incapaz de unificarse en una fuerza mundial. Cada una de las tres partes de la Gran Europa –Rusia, la Unión Europea y los países situados entre ellas– está en crisis. Las causas y las formas de dicha crisis difieren, pero las consecuencias son casi idénticas.

Rusia ha llegado al límite del crecimiento derivado de su reconstrucción poscomunista. Actualmente ha fortalecido sus instituciones estatales, ha superado su decadencia económica y ha recuperado la condición de participante importante en la política mundial.

Y, sin embargo, el futuro de Rusia es discutible. Los recursos soviéticos, desde el punto de vista tanto de la infraestructura como de la ideología, están agotados. La economía del país sigue incapacitada para hacer un uso óptimo de unos ingresos por exportación de energía relativamente elevados. La sociedad rusa y sus dirigentes no tienen una visión clara del futuro y su decadencia demográfica ofrece poca esperanza de una mejoría rápìda y sostenible, lo que indica que Rusia, incapacitada para competir con los países del mundo que se desarrollan rápidamente, tendrá que orientar sus esfuerzos hacia la protección de sus menguantes activos.

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