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Brexit y el efecto Bruselas

LONDRES – En sus negociaciones con la Unión Europea por las relaciones comerciales post-Brexit, el gobierno británico se ha empecinado en sus demandas de plena soberanía. En el futuro, quiere determinar todas las reglas sobre seguridad, medio ambiente, salud, derechos de los trabajadores y subsidios a empresas británicas sin ninguna interferencia de la Comisión Europea.

Eso está bien. Insistir en el derecho a discrepar con las reglas de mercado interno de la UE está en plena sintonía con el significado de soberanía. El problema es que el gobierno británico también pretende mantener el acceso del Reino Unido a ese mercado interno según sus propias reglas. Por ejemplo, quiere el derecho a aplicar sus propias reglas sanitarias a la producción de pollos (permitiendo el uso de cloro) y luego vender esos pollos en la UE, donde rigen reglas diferentes. No importa que la UE también sea una entidad soberana con derecho a decidir e implementar sus propios estándares, y a imponer aranceles a las importaciones que violan sus reglas.

¿Cómo se puede lograr que un trato comercial funcione cuando ambas partes reclaman plena soberanía? Esta postura tiene dos implicancias dominantes para las negociaciones como las que se desarrollan entre el Reino Unido y la UE. Primero, significa que cada parte decide de manera independiente qué leyes aplicará en su jurisdicción. En consecuencia, todas las firmas (incluidas las radicadas en la UE) que venden en el Reino Unido deben cumplir con las leyes del Reino Unido, mientras que todas las firmas (incluidas las radicadas en el Reino Unido) que venden en la UE deben cumplir con la ley de la UE.

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