El nuevo internacionalismo de Inglaterra

TOLEDO, ESPAÑA – Con la gran estrategia del presidente George W. Bush para Medio Oriente en ruinas, su administración ha comenzado, aunque sea con titubeos, a hacer más hincapié en resolver conflictos por medios pacíficos. El arreglo alcanzado con Corea del Norte, mediante el cual desmantelará su programa nuclear, y la conferencia de Anápolis por la paz palestino-israelí –con la participación de Siria, uno de los miembros destacados del “eje del mal” de la región—son dos ejemplos de esta tendencia.

Inglaterra, el aliado más firme de Estados Unidos desde 2001, ya ha seguido este camino y se ha divorciado de su servil alianza con una administración Bush concentrada en la guerra y la confrontación. Aunque es sólo una versión en miniatura del predicamento imperial de Estados Unidos, la actual política de Inglaterra, como la define su nuevo primer ministro, Gordon Brown, podría anticipar la dirección que tome el próximo presidente estadounidense.

El apoyo de Tony Blair a los planes de Bush en Medio Oriente demostró que el desequilibrio de poder en una alianza siempre provoca que el socio más débil se vuelva sumiso. Inglaterra se unió a la aventura estadounidense en Iraq con las mismas percepciones exageradas de su capacidad militar y su influencia diplomática que engañaron a Bush. Pero la contribución militar inglesa a la guerra no era indispensable, por lo que Bush no tenía que escuchar los consejos de Blair. Como resultado, Inglaterra no pudo funcionar como puente entre una Europa que dudaba y unos Estados Unidos beligerantes, como Blair creía, y la capacidad del país de ser una fuerza para el bien en el escenario mundial resultó gravemente dañada.

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