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Sacar lo mejor de un mal Brexit

NUEVA YORK – La elección general de este mes en el Reino Unido no sólo zanjó la cuestión del Brexit, sino que también despachó la visión de socialismo extremo de Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista. La derrota electoral de Corbyn es un alivio para los que rechazan el modelo económico venezolano: si se mueve, se regula; si todavía se mueve, se le cobran impuestos; y si después de eso todavía le queda un espasmo de vida, se lo nacionaliza. El RU se salvó de cinco años de una distracción muy costosa. No extraña que los mercados soltaran un suspiro de alivio después de la victoria aplastante de los conservadores.

Es verdad que el programa económico del primer ministro Boris Johnson también está muy alejado de la tradición promercado antiestatista de Margaret Thatcher. Su gobierno gastará más, cobrará más impuestos y aplicará algunas intervenciones a la manera populista en mercados e industrias. Sin embargo, sus políticas no serán ni por asomo tan radicales como lo que proponía Corbyn.

Johnson ahora debe ejecutar el Brexit que hace tanto promueve. El acuerdo de salida con la Unión Europea se centra ante todo en cuatro cuestiones principales: los aportes financieros futuros del RU al presupuesto de la UE; la situación de los ciudadanos de la UE en el RU y viceversa; el lugar de Irlanda del Norte en la unión aduanera y el mercado común europeos; y la continuidad jurisdiccional del Tribunal Europeo de Justicia.

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