LONDRES – Hace poco vi una obra estadounidense en Londres titulada “Sweat” (Sudor), escrita por Lynn Nottage, dramaturgo ganador del Premio Pulitzer. Ya se había presentado dentro y fuera de Broadway y el Wall Street Journal la describió como una representación que ayudaba a entender la elección de Donald Trump como presidente.
Nottage había pasado tiempo conversando con los residentes de una ciudad pobre de Pennsylvania que perdía empleos y su modesta prosperidad por la contracción de la industria siderúrgica. La competencia de fabricantes más baratos y trabajadores peor pagados de todo el mundo había devastado su ya débil economía y causado conflictos entre amigos, parientes y razas.
También había una sensación de acoso cultural en los trabajadores económicamente marginados. Les parecía que el mundo en el que habían crecido, con sus valores y su identidad definida, estaba sufriendo ataques de forma sistemática. No necesariamente esperando respuesta, se volvieron hacia un afuerino multimillonario que, a diferencia de las elites políticas, todavía no los había desilusionado y parecía compartir con ellos su desdén por el sistema.
LONDRES – Hace poco vi una obra estadounidense en Londres titulada “Sweat” (Sudor), escrita por Lynn Nottage, dramaturgo ganador del Premio Pulitzer. Ya se había presentado dentro y fuera de Broadway y el Wall Street Journal la describió como una representación que ayudaba a entender la elección de Donald Trump como presidente.
Nottage había pasado tiempo conversando con los residentes de una ciudad pobre de Pennsylvania que perdía empleos y su modesta prosperidad por la contracción de la industria siderúrgica. La competencia de fabricantes más baratos y trabajadores peor pagados de todo el mundo había devastado su ya débil economía y causado conflictos entre amigos, parientes y razas.
También había una sensación de acoso cultural en los trabajadores económicamente marginados. Les parecía que el mundo en el que habían crecido, con sus valores y su identidad definida, estaba sufriendo ataques de forma sistemática. No necesariamente esperando respuesta, se volvieron hacia un afuerino multimillonario que, a diferencia de las elites políticas, todavía no los había desilusionado y parecía compartir con ellos su desdén por el sistema.