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La solución pionera de Brasil para la escasez de vacunas

NUEVA YORK – Se suponía que la Organización Mundial de Comercio iba a reunirse esta semana para considerar una propuesta que ha venido languideciendo desde hace un año: una exención temporaria de la propiedad intelectual farmacéutica durante la pandemia que permita que los países pobres realicen muchas de las mismas pruebas, tratamientos y vacunas que los países ricos han tenido durante la pandemia. Sin embargo, en un cruel recordatorio de la urgencia del problema, la reunión de la OMC se pospuso, debido a la aparición de la variante Ómicron, detectada por científicos en Sudáfrica (aunque el lugar preciso donde se originó todavía es incierto).

Existe un consenso casi unánime de que vacunar al mundo entero es la única manera de terminar con la pandemia. Cuanto mayor la tasa de vacunación, menores las probabilidades de que el virus adquiera mutaciones peligrosas. Antes de convertirse rápidamente en la principal variante global, Delta fue detectada por primera vez en India, donde menos del 3% de la población había sido vacunada. Hoy, África tiene las tasas de vacunación más bajas del mundo: sólo el 7% de los africanos tiene un esquema de vacunación completo.

Hay una razón muy sencilla de por qué los países más pobres no tienen suficientes vacunas: no hay suficientes dosis para distribuir. Las donaciones no han resuelto el problema, porque ningún país tiene excedentes de vacunas para satisfacer los varios miles de millones de dosis que hacen falta. La filantropía tampoco cumplió con lo esperado. El mecanismo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX), un consorcio internacional que prometió enviar dos mil millones de dosis de vacunas a los países pobres para fines de 2021, ha enviado sólo el 25% de esa cifra.

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