La tentación populista de Bolivia

En abril de 2002, manifestaciones violentas conocidas como la "guerra del agua" en Bolivia obligaron al Presidente Hugo Bánzer a anular el contrato con la única empresa internacional interesada en hacerse cargo del proyecto hídrico más ambicioso jamás propuesto en el país. Recientemente, otro importante levantamiento popular ha acabado con un proyecto de exportación de gas natural a México y a los Estados Unidos pasando por un puerto de mar chileno.

Ha sido la "guerra del gas", que sus dirigentes han utilizado para derrocar al Presidente Sánchez de Lozada y frenar el proceso modernizador consistente en el fortalecimiento de las instituciones, la apertura de los mercados y la integración de Bolivia en la economía mundial. Esas llamadas "guerras" forman parte del mismo conflicto que provocó los bloqueos campesinos de septiembre de 2000, las continuas protestas de los cultivadores de coca contra los intentos de erradicar sus cultivos por su papel en el tráfico de cocaína y la retirada este año de un proyecto fiscal progresivo.

Esencialmente, forman parte de un conflicto en curso entre democracia y populismo en el que el futuro de Bolivia se ve atrapado entre dos fuegos. Ninguno de los dos bandos confía en el otro, las guerras sociales han substituido los avances políticos sólidos. Mientras la violencia de las movilizaciones sociales y el nivel de descontento han aumentado, los intelectuales y políticos de Bolivia siguen en estado de choque, con miedo a contradecir a las masas. Por su parte, los populistas pueden enardecer a las masas, pero no ofrecen opciones substitutivas. Sienten nostalgia del pasado y temen la mundialización.

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