El buzón de entrada de Pandora

NUEVA DELHI – Medio siglo antes de la invención del correo electrónico, T. S. Eliot preguntó: “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información?” Si hoy siguiera vivo podría haber añadido, al mirar un buzón de entrada en la pantalla parpadeante de un ordenador, “¿Dónde está la información que hemos perdido con las trivialidades?”

Una de las paradojas de nuestro tiempo es que inevitablemente los inventos que buscan facilitarnos la vida acaban por hacer que nuestro tiempo rinda menos. Cuando el correo electrónico entró en mi vida por primera vez, me sentí fascinado: en lugar de tener sobres y sobres amontonándose a la espera de que encontrara el tiempo para escribir en papel las respuestas, los faxes que no llegaban a destino y los telegramas que costaban un ojo de la cara, ahora contaba con un medio gratuito de comunicarme de manera instantánea y eficiente. Me convertí en un hábil y diligente usuario del correo electrónico.

Ahora lo lamento.

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