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¿La tecnomedicina, falso remedio?

LONDRES – En una entrevista que le dio a principios de año al Wall Street Journal, David Feinberg (director de Google Health y fanático confeso de la astrología) expresó entusiasta: «Si coincide conmigo en que lo único que hacemos es organizar la información para facilitar el trabajo de los médicos, le diré, aunque suene paternalista, que jamás permitiré que el usuario elija no participar». Es decir, pronto los pacientes no podrán evitar que les manden horóscopos médicos personalizados, sobre la base de sus historias clínicas y de inferencias extraídas de un conjunto cada vez más voluminoso de registros de pacientes. Pero aun suponiendo que queramos vivir en un mundo semejante, hay que examinar con mucha atención lo que los defensores de la tecnomedicina realmente están vendiendo.

Estos últimos años, la mayoría de las grandes tecnológicas estadounidenses (junto con muchas startups, las grandes farmacéuticas y otras empresas) ingresaron al sector de la tecnomedicina. Mediante el uso de análisis de macrodatos, inteligencia artificial (IA) y otros métodos novedosos, prometen reducir costos para los presionados sistemas sanitarios, revolucionar la toma de decisiones médicas y salvarnos de nosotros mismos. ¿Qué puede salir mal?

Pues muchas cosas. En Weapons of Math Destruction, la científica de datos Cathy O’Neil presenta una multitud de formas inesperadas en que el uso de algoritmos y datos puede fallar. Aunque la aplicación transparente de algoritmos de retroalimentación de datos al béisbol superó las expectativas, el uso de modelos similares en el ámbito de las finanzas, los seguros, la justicia y la educación puede resultar sumamente discriminatorio y destructivo.

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