solana109_robert wallisCorbis via Getty Images_manhittingberlinwall Robert Wallis/Corbis via Getty Images

1989-2019-2049

MADRID – 9 de noviembre de 1989: una fecha que mi generación jamás olvidará, y que quedará inscrita para siempre en la historia de la humanidad. Ese día se produjo la caída del Muro de Berlín, de la que pronto se cumplirán 30 años. Tras la derrota del fascismo, el resquebrajamiento del bloque soviético llevó al comunismo a protagonizar el segundo gran fracaso ideológico del siglo XX. El capitalismo liberal y su principal exponente, Estados Unidos, se quedaron solos en la cima y se prepararon para disfrutar de una incontestable hegemonía.

En este nuevo entorno, no fueron pocos los países que florecieron. Por ejemplo, Polonia dio carpetazo al comunismo poco antes de que cayera el Muro de Berlín y, tras sobreponerse a los problemas asociados a la transición, se embarcó en un viaje asombrosamente plácido hacia la OTAN y la Unión Europea. El último año en el que el PIB polaco se contrajo fue el ya lejano 1991; de hecho, mientras que la economía de todos los demás miembros de la Unión Europea se desplomó en 2009, la de Polonia creció prácticamente al 3%.

Sin embargo, hoy sabemos que 1989 no fue un punto final en la historia, sino un punto y aparte. La democracia liberal occidental, a la que Francis Fukuyama auguró una supremacía eterna, se halla ahora seriamente cuestionada. Asimismo, el período de absoluto dominio estadounidense resultó ser efímero. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 destaparon la vulnerabilidad de las grandes potencias a la emergencia de actores no estatales, y la entrada de China ese mismo año en la Organización Mundial del Comercio le proporcionó el impulso definitivo en su fulgurante ascenso. La unipolaridad comenzó a diluirse y el mundo se acostumbró gradualmente a hablar el lenguaje de la multipolaridad.

https://prosyn.org/tNFThVEes