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Los beneficios de un impuesto progresivo al consumo

CAMBRIDGE – ¿Es hora de que Estados Unidos considere pasar del impuesto a la renta a un impuesto progresivo al consumo en respuesta a la creciente desigualdad de riqueza? Muchos economistas defienden hace mucho un sistema tributario basado en el consumo como mecanismo de recaudación, por motivos de eficiencia y simplicidad. Sin embargo, más allá de algunos entusiastas ocasionales, la idea nunca obtuvo apoyo político suficiente. ¿Será hora de volver a pensarlo?

Una de las principales objeciones es que el cambio entre sistemas demandaría una transición posiblemente compleja, para no castigar a las personas que ya poseen un patrimonio obligándolas a tributar de nuevo al momento de gastar ahorros acumulados por los que ya pagaron impuesto sobre la renta. Pero en medio de un aumento inexorable de la desigualdad de riqueza, ese defecto puede ser una virtud. Además, una ventaja importante de los sistemas de impuesto al consumo es que no gravan el ahorro y dan a las empresas más incentivos para invertir.

Es verdad que hay otras ideas más sencillas para hacer frente a la desigualdad de riqueza. La senadora estadounidense Elizabeth Warren ha propuesto un impuesto a los ultramillonarios (los 75 000 hogares estadounidenses más ricos) por un monto anual equivalente al 2% del patrimonio que exceda 50 millones de dólares y 3% cuando exceda los mil millones. La audaz propuesta de Warren inició un intenso debate entre economistas respecto de cuánto se recaudaría. Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, de la Universidad de California en Berkeley (dos nombres muy citados en la literatura sobre la desigualdad) avalaron el plan de Warren, y calculan que recaudaría unos tres billones de dólares a lo largo de diez años. Varios destacados ultrarricos también apoyan la idea.

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