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Una Europa de un solo club no es suficiente

PARÍS – “Italia es sólo una expresión geográfica”. Lo dijo hace dos siglos un desdeñoso Metternich, en tiempos en que la península estaba dividida en una multitud de feudos. Hoy algunos en Beijing, Moscú, Nueva Delhi e incluso Washington piensan lo mismo de Europa. Reconocen la importancia de la Unión Europea para tratados comerciales y cuestiones de divisas, pero la consideran demasiado indecisa para ser un verdadero jugador en el moderno juego de poder global, y demasiado dividida para enfrentar los desafíos migratorios y de seguridad. La tarea actual de Europa es demostrar que están equivocados.

Los debates existenciales dentro de la UE son tan viejos como la UE misma, y tan ubicuos que parecen parte de su identidad. Pero así como resultan familiares al pequeño círculo de politólogos obsesionados con ellos, son ajenos para la vasta mayoría de los ciudadanos. Así que es comprensible que uno no preste atención a esta nueva crisis de identidad europea.

Pero también es un grave error. Para sobrevivir en un mundo diferente y mucho más peligroso, la UE debe redefinir su propósito. Se la diseñó para guiar la integración interna; ahora debe confrontar amenazas externas. Era defensora de un mundo de reglas; no está preparada para el nuevo juego de geopolítica transaccional. De su seguridad se encargaba Estados Unidos; ahora el presidente Donald Trump ve esta responsabilidad como una carga excesiva. Los flujos de refugiados eran un goteo insignificante; aunque hoy han regresado a niveles bajos, el inmenso incremento de 2015 reveló la disfuncionalidad del régimen europeo de asilo.

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