Beijing encuentra oro

MADISON (WISCONSIN) – En vísperas de los Juegos Olímpicos de Beijing, muchos activistas y observadores de derechos humanos siguen esperando que el apoyo del Partido Comunista de China a regímenes odiosos, como, por ejemplo, los de Birmania y del Sudán, y su opresión de los budistas tibetanos, los musulmanes uigures y los espiritistas de Falun Gong induzcan a los jefes de Estado democráticos a boicotear los Juegos o a los atletas y los espectadores a manifestarse en nombre de las víctimas. Lo dudo. Es probable que las únicas manifestaciones sean las de celebración del gran número de medallas de oro obtenidas por China.

Nadie debe subestimar la voluntad y las capacidades de China, en particular cuando centra su mente colectiva en un objetivo. China es una superpotencia naciente que ha amasado las mayores reservas de divisas extranjeras del mundo. Ningún gobierno importante se arriesgará a arrostrar represalias insultando al régimen chino con un boicot o una protesta pública. De hecho, Francia ya ha enviado representantes a Beijing para disculparse por apoyar al Dalai Lama y por las protestas que hubo durante el relevo de la antorcha olímpica en París.

De Seúl a San Francisco, pasando por Sidney, los ciudadanos de las democracias se sintieron irritados al ver que visitantes chinos intimidaban para que guardaran silencio a tibetanos indefensos que pedían derechos mínimos en nombre de sus hermanos en la autoritaria China, pero la realidad es que el régimen chino ha neutralizado en gran medida el movimiento internacional en pro de los derechos humanos. A raíz del terremoto de Sichuan, las críticas a China resultarán aún más atenuadas.

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