Srebrenica Adrien Dubuisson/Flickr

El regreso de la cuestión de los Balcanes

PARÍS – “Hay que europeizar los Balcanes para evitar la balcanización de Europa”. Escribí estas palabras, junto con el politólogo francés Jacques Rupnik, en 1991, justo cuando estallaba la guerra entre los Estados sucesores de Yugoslavia. Los combates iban a durar hasta el fin del decenio, se cobrarían miles de vidas y requerirían la intervención de la OTAN en dos ocasiones (en Bosnia en 1995 y en Servia en 1999).

Casi un cuarto de siglo después, los Balcanes siguen constituyendo una amenaza para la paz europea, exactamente como en vísperas de la primera guerra mundial y al final de la Guerra Fría, cuando la implosión de Yugoslavia provocó no solo la primera guerra en Europa desde 1945, sino también el regreso de los asesinatos genocidas. Los recientes enfrentamientos en Macedonia, que dejaron ocho agentes de policía y catorce militantes albaneses muertos, levantan el espectro de la reaparición  de la violencia. Resulta difícil saber si ese derramamiento de sangre representa la infección de una antigua herida no curada o algo nuevo, una reacción contra un gobierno de mayoría eslava que parece dispuesto a abrazar el patrioterismo étnico.

Lo que está claro es que esa región sigue siendo una realidad confusa y explosiva, capaz de amenazar la estabilidad de Europa, que ya pende de un hilo tras el aventurerismo de Rusia en Ucrania. Esa región es una mezcla inestable de nacionalismo en ascenso, profunda frustración económica y decepción respecto de los avances hacia la adhesión en la Unión Europea. Las posibilidades de una caída en el caos nos obliga a examinar una vez más la forma mejor de actuar ante el polvorín balcánico.

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