

Though the US Federal Reserve’s first interest-rate hike of 2023 is smaller than those that preceded it, policymakers have signaled that more increases are on the way, despite slowing price growth. But there is good reason to doubt the utility – and fear the consequences – of continued rate hikes, on both sides of the Atlantic.
MÚNICH – ¿Durante cuánto tiempo confiaran ciegamente los principales bancos centrales en reglas rígidas para controlar la inflación y estimular el crecimiento? Teniendo en cuenta los claros beneficios de una política monetaria ágil, los banqueros centrales deberían abrir sus ojos a las posibilidades que brinda la flexibilidad.
La regla de oro para los formuladores de políticas monetarias ha sido que si la inflación está por debajo de los rangos objetivos oficiales, las tasas de interés a corto plazo deberían establecerse a un nivel que estimule el gasto y la inversión. Este enfoque ha significado que una vez que las tasas de interés alcancen o se acercan a cero, los bancos centrales no tienen otra opción que activar grandes programas de compra de activos que supuestamente estimulan la demanda. Cuando las circunstancias lo exigen, los formulares de políticas siguen de manera automática los guiones predeterminados de los modelos económicos neo-keynesianos.
Pero, en demasiados casos, esos guiones nos han llevado por mal camino, porque suponen que la política monetaria tiene un impacto mensurable y previsible sobre la demanda y la inflación. Hay muchas razones para cuestionar este supuesto.
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