trump and pence The Washington Post/Getty Images

Cómo despertar de la pesadilla Trump

PARÍS – El pueblo estadounidense tiene tres formas de escapar del mal trago de la presidencia de Donald Trump. Pero que lo haga, y cuándo, es una cuestión irreductiblemente política, no una que dependa de posibilidades legales.

En primer lugar, está el método nixoniano, donde el presidente, desgastado por la lucha, asustado y deseoso de evitar el proceso legal en su contra que empieza a organizarse, renuncia al cargo. Pero ¿elegiría Trump esa salida? ¿Comparte con su distante predecesor republicano una predisposición suficientemente fuerte a la melancolía? ¿Es imaginable que un hombre pueril, compulsivo y narcisista entregue sin luchar el juguete superlativo del cargo más alto en el país más poderoso del planeta? Yo lo dudo.

En segundo lugar, está el artículo 4 de la 25.ª Enmienda de la Constitución, ratificada en 1967, que detalla un mecanismo para que el vicepresidente y el gabinete puedan actuar en reemplazo de un presidente muerto o impedido de gobernar por motivos de salud. Por ejemplo, es lo que hubiera podido suceder cuatro años antes, tras el atentado contra John F. Kennedy, si este no hubiera muerto de las heridas recibidas. La posibilidad resurgió brevemente cuando el presidente Ronald Reagan comenzó a mostrar los primeros signos de la enfermedad de Alzheimer.

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