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El capital no es una estrategia

CAMBRIDGE – Como el resto del mundo, los emprendedores transitaron la última docena de años por un entorno financiero sin precedentes. Primero en respuesta a la obstinadamente lenta recuperación de la crisis financiera de 2008 y luego, a la recesión causada por la COVID-19, los principales bancos centrales aplicaron un conjunto de iniciativas no convencionales y programas de compra de activos conocidos en su conjunto como «flexibilización cuantitativa» (FC).

El resultado directo fue una acumulación masiva de reservas financieras en los bancos centrales y en todo el sistema financiero, y la reducción de las tasas de interés nominales sobre los activos financieros libres de riesgo a niveles por debajo de la tasa de inflación. Las tasas de interés son entonces negativas en términos reales (e incluso en términos nominales, en algunos casos).

Los años de políticas monetarias no convencionales también tuvieron un efecto secundario sobre el comportamiento de los inversores. En las condiciones que crearon los bancos centrales, los inversores (tanto institucionales como minoristas) se tornaron cada vez más agresivos en su búsqueda de rentabilidades reales positivas. No solo aceptaron niveles mayores de riesgo fundamental (esto es, el riesgo de que el fracaso de las empresas arrase con el valor de sus acciones), también están cada vez más dispuestos a aceptar iliquidez: compran acciones que no pueden revender fácilmente.

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