pa2109c.jpg Paul Lachine

Asia dinástica

SINGAPUR – En la medida que la cultura importa en la política, la reciente ola de cambios de liderazgo en el noreste de Asia sugiere que las sociedades asiáticas son más tolerantes -si no partidarias- de la sucesión dinástica. La recientemente electa presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, es la hija de Park Chung Hee, que gobernó el país entre 1961 y 1979. El presidente entrante de China, Xi Jinping, es el hijo de Xi Zhongxun, ex vice primer ministro. El nuevo primer ministro de Japón, Shinzo Abe, es el nieto y el sobrino nieto de dos ex primeros ministros japoneses, y el hijo de un ex ministro de Relaciones Exteriores. Kim Jong-un es el hijo y el nieto de sus dos predecesores en Corea del Norte.

Este patrón no se limita al noreste de Asia. El presidente Benigno Aquino III de Filipinas es el hijo de la ex presidenta Corazón Aquino. Los primeros ministros Najib Abdul Razak y Lee Hsien Loong de Malasia y Singapur, respectivamente, también son hijos de ex primeros ministros. En India, Rahul Gandhi está esperando entre bastidores, preparándose para meterse en los zapatos de su bisabuelo (Jawaharlal Nehru), su abuela (Indira Gandhi) y su padre (Rajiv Gandhi). En Pakistán, Bilawal Bhutto Zardari -hijo del presidente Asif Ali Zardari y de la asesinada ex primera ministra Benazir Bhutto, y nieto del ex primer ministro Zulfikar Ali Bhutto- hizo recientemente su debut político. ¿La sucesión dinástica se está volviendo la norma en toda Asia?

No se puede negar que un linaje distinguido les da a los candidatos políticos una ventaja sobre sus rivales. Pero también es claro que tener parientes distinguidos no es ninguna garantía de éxito. Consideremos los altibajos en el historial de la ex presidenta filipina Gloria Macapagal-Arroyo. Su padre fue un presidente respetado; sin embargo, a ella bien se la podría recordar como una de las personas más corruptas del país.

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